18 de noviembre de 2008

Lector de retina… Próximamente

La verdad que mi trabajo cada día se asemeja más a una prisión de alta seguridad, que a un trabajo. No conformes con la lectura de huellas dactilares, que se hace en cada ingreso y salida de la empresa, con la finalidad de controlar movimientos del personal, desde ayer el sector de “recursos humanos” implementó el uso de tarjetas magnéticas.

Vale aclarar que no es un método supletorio de la lectura de huellas, sino que es complementario. Para explicarlo brevemente, tras pasar a los guardias, hay que acercarse al molinete, pasar la tarjeta, una vez del otro lado hay que hacer fila, con la finalidad de que los aparatos empotrados en la pared, hagan el correspondiente reconocimiento de huellas. Superada esta etapa, ya en el cubículo personal de trabajo, hay que “loguearse” (introducir como 500 claves a los fines de acceder al sistema y empezar a trabajar). Durante el tiempo de “logueo” , el trabajador esta vigilado constantemente, desde el tiempo que utiliza en baño, tiempo en “break”, tiempo en llamada, tiempo en que está en trabajo posterior a llamada… todo!!! Me olvido de las cámaras, estratégicamente ubicadas informando movimientos… diría un amigo, “resulta una suerte de `gran hermano laboral`”
Me pregunto… no será demasiado?

14 de noviembre de 2008

Factores causantes de estallido

De confrontación en confrontación han sido cada uno de los días de esta semana. Reconozco mi irascibilidad, aunque se trata más bien de una irascibilidad provocada. Me molestan al extremo, las vueltas, el rodeo sin sentido, el palabrerío que intenta explicar lo inexplicable, o cuando quieren generarme ese “sentimiento de culpa”…. Ya me culpo lo suficiente, y me persigo bastante yo, como para que se sume alguien que no sabe absolutamente nada de mí, me haga un planteo de esta índole y pretenda que me quede callada.

Otra cosa que me molesta, en la cuál en este momento se encuentra basada mi indignación, es cuando alguien hace un favor de “onda” (una mera liberalidad), y el beneficiario viene con toda prepotencia y soberbia a exigir…o bien, no conformes con lo anterior, quieren manejar nuestro tiempo, nuestras actividades, decidir y disponer de nuestra persona como si fuésemos unos zombies… o aquéllas personas con mentalidad tan arcaica, cerrada, y obcecada que siguen pensando que el mundo es plano y cuando te atrevés a decir que la tierra es redonda, es suficiente para que te acusen de hereje y te persiga la “santa inquisición”… Basta! Me cansaron! No tienen la verdad universal, y sólo a modo informativo… pienso por mi misma, a mis ideas las armo yo, que tampoco son la verdad universal, pero al menos no son contradictorias entre mis pensamientos y mi forma de actuar, por lo tanto operan como verdad para mí.

Como era de esperar, se cortó la cadena que amarraba al animal salvaje que mora dentro mío , el cuál salió a correr como un energúmeno, lo más iró nico, hiriente, destilando cólera… pero no es un enojo, ni una ira descontrolada… es como si con el transcurso del tiempo, se hubiese ido perfeccionando esa extraña “habilidad” de transfigurarme en una fiera y todo lo que eso implica -ya es dirigida, tiene hay un blanco y hacia el se dirige toda la artillería-.
Y para terminar, los que aguardan que otro estalle para decir: "yo pensaba lo mismo que vos hace mucho tiempo, no salté para no armar lío, pero parece que hiciste bien" O el típico cizañero/a, que nunca falta y siempre aparece para echar más leña al fuego, de por sí incontrolable... es SUFICIENTE para que mi tolerancia y la poca compostura que pudieran quedar en mí, salgan disparadas al espacio.

12 de noviembre de 2008

Cambalache

A raíz de uno de los últimos post de Lupuscanis, traje a colación la letra de un tango... a continuación una explicación muy breve que encontré como alusión a dicho tema...
Poeta de las cosas turbias de la vida, Discépolo nos dejó un resumen filosófico, existencial, profético y político del siglo XX, aunque tuviera todavía seis décadas y media por vivirse. Y ahora en pleno siglo XXI el "Cambalache" de Discépolo sigue igual de vigente, ya que no estaba analizando solamente una época, sino las contradicciones internas del ser humano.
El tango nos define el lugar donde vivimos:
"Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé,
en el 506 y en el 2000 también".
Cualquiera hubiera podido acusar a Discépolo de pesimista...aunque seguramente la porquería que él vio en el 1935 de un lugar del planeta llamado Argentina fue la misma porquería que se viviera en el 506.
Y seguimos con el "que":
"Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos, valores y dublés,
pero que el siglo veinte es un despliegue
de maldá insolente ya no hay quién lo niegue;
vivimos revolcaos en un merengue
y en un mismo lodo todos manoseaos".
Y en estos versos ya empieza a colarse el "lunfardo", una especie de lengua alternativa con la que los tanguistas subvertían el orden gramatical establecido y le daban un golpe de estado al vocabulario de academia, ya fuera inventándose palabras o escribiendo mal las que ya existían. Tanto así, que existen verdaderos diccionarios "lunfardos" a los que hay que remitirse, para entender las palabras de este tango (y de miles más). En lunfardo, "chorro" no es lo que sale del lavamanos cuando abrimos el agua, sino simplemente un ladrón. "Merengue" aquí no es ninguna música caribeña sino "desorden". No obstante, no necesitamos saber el significado de estas palabras para entender el espíritu de la letra: lo bueno y lo malo siempre han coexistido, sin embargo, Discépolo va aún más allá. Ya nos definió en qué planeta vivíamos (la porquería), cómo vivíamos (en un mismo lodo) pero ahora nos va a mostrar cómo es el mundo que él ha vivido y que según él, seguiremos viviendo:
"Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio, chorro,
generoso, estafador.
Todo es igual; nada es mejor;
lo mismo un burro que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón;
los inmorales nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón".
Con sus frases "todo es igual; nada es mejor" y "los inmorales nos han igualao", Discépolo desvela con un solo tangazo la falta de moral (política, social, mental) que habría de manifestarse en el mundo del siglo XX y continuarse en el XXI. No solamente los "inmorales nos han igualao" sino que también los ignorantes, estafadores, impostores y "chorros" ahora son los reyes de bastos que gobiernan el planeta y lo llevan a su destrucción.
"Lo mismo un burro que un gran profesor"
parece ser también el lema del mundo actual, ya que ministerios, alcaldías, gobernaciones y hasta presidencias están en poder de verdaderos burros y los profesores son asesinados impunemente, porque saber la verdad y decirla es un delito.
En este punto, el lunfardo de Discepolo empieza a colársenos por las venas y nos hace caer en cuenta que el idioma es una camisa de fuerza que nos ahoga el pensamiento. Entonces aparece el famoso "cambalache", prendería o casa de compra-venta en que se ha trocado nuestra vida:
"Qué falta de respeto,
qué atropello a la razón;
cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón.
Mezclaos con Stravisky,
van Don Bosco y la Mignon,
don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín.
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia contra un calefón".
Aquí hay mucho para pensar. Sabemos que todos los anteriores son personajes dispares que Discépolo ha mezclado, de los cuales, puede que sólo reconozcamos a Napoleón, Carnera (el boxeador, Primo Carnera), Don Bosco, (fundador de la orden de los salesianos) y San Martín. Ni don Chicho (jefe de mafia argentina de la época), ni la Mignon (¿la querida?) ni Stavinsky (estafador ruso) están a la altura de los demás, y de ahí el irrespeto. El verso final: "herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia contra un calefón", es la última estocada que se le da al toro de este cambalache, no sólo se hiere la Biblia sino que a más deshonor, se hace con un "sable sin remaches", y la Biblia, personificada, llora junto a un vulgar calentador de agua.
Y llegamos al último verso de este cambalache, el cual nos recuerda que viviremos para siempre en el siglo XX "problemático y febril", así lleguemos al XXX, empantanados en la porquería del lodo que por algún motivo para Discépolo empezara en el 506,
"Siglo veinte, cambalache”
problemático y febril;
el que no llora, no mama,
y el que no afana es un gil.
Dale no más, dale que va,
que allá en el horno nos vamo a encontrar.
No pienses más, echate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao.
Que es lo mismo el que labura
noche y día como un buey
que el que vive de los otros,
que el que mata o el que cura
o está fuera de la ley".
Ahora que hasta la ley opera por fuera de la ley es que entendemos en verdad el mensaje discepolino, ya que la humanidad en vez de avanzar, ha retrocedido: Los inmorales no solamente nos han igualado, sino superado y hasta dejado atrás. Discépolo nos pintó un retrato vivo y realista del ser humano "desde el 506 hasta el 2000", y seguimos contando.

6 de noviembre de 2008

Exámenes Finales: The beginning…

Para comenzar... dormí sólo una hora, y tengo que ir a trabajar temprano, en realidad, a hacer más horas de las que debería, ya que tomé el día de ayer como franco compensatorio…
Motivo: Exámen

Recién llego a casa, pero es casi una necesidad expresar que a pesar de no haber dormido casi nada, de haber pasado una noche terrible, de soportar este calor asqueroso (no me gustan los extremos), y de tener que hacer 6 horas más estoy contenta.

Esta mañana, sencillamente no sabía que hacer… Notaba que me faltaba profundizar en varios puntos, (siempre me falta, nunca llego a un exámen con todo visto o todo resumido), pero en esos momentos previos, esbozaba todo tipo de opciones, entre las que “huír” era la más viable…

Si embargo, no huí. Esperé el colectivo con el mejor ánimo de hacer aunque fuera un repaso… cosa que no duró mucho, porque apenas me senté, me dormí…

Llegué tarde (para variar), el profesor había concluído con la entrega de consignas, y por lo que pedí permiso, y una vez adentro me senté en un banco disponible frente al escritorio. Acorde a experiencias pasadas, me pone algo ansiosa tener al profesor al lado, me dá la sensación que está leyendo a medida que escribo, por lo que no suelo sentarme cerca del escritorio… (delirios de estudiante perseguida)

Hoy no fue así. Me otorga las consignas, las leí y me quedé unos momentos en stand by… estaba anulada… nada, absolutamente nada pensaba, en realidad lo que recuerdo es la terrible somnolencia que me estaba acorralando. Releía las preguntas y pensaba… “las sé!!”, pero al momento de escribir, me parecían mucho más interesantes los vértices del pizarrón, los cuáles me quedaba mirando fijamente… en pocas palabras… dormidísima!!! Quizás el profesor si se percató, pero no le di importancia.

Todos escribían, y yo estaba tratando de que mi cerebro volviera a tomar conexión!!! Al cabo de un rato, al parecer logré trabajar con energía alterna. No sólo lo terminé, si no que salí contenta, creo que me fue bien y en estos momentos casi ni me afecta tener que instalarme en el trabajo para ponerme al día… valió la pena… (será cuestión de seguir durmiendo en el bus…)

25 de octubre de 2008

¿Que es el amor?

"El amor es pasión, obesión, no poder vivir sin alguien. ¡Pierde la cabeza!. Encuentra a alguien a quien amar como loca y que te ame de igual manera. ¿Cómo encontrarlo? Pues...olvida el intelecto y escucha al corazón. Porque lo cierto es que vivir sin eso no tiene sentido alguno. Llegar a viejo sin haberse enamorado de verdad... en fin, es como no haber vivido. Tienes que intentarlo, porque si no lo intentas, no habrás vivido" ¿Conoces a Joe Black?

14 de octubre de 2008

Argentina visionaria… de crisis

Anoche, viendo las imágenes de ahorristas españoles reclamando frente a entidades bancarias por los ahorros retenidos, me parecía estar regresando en el tiempo… Argentina, 2001-2002, la huída de de la Rúa de la Casa Rosada en helicóptero, el debacle financiero, la anticonstitucionalidad de “ley del Corralito”, los cacerolazos…
La crisis económica, parece haber popularizado entre entidades bancarias, la retención de la propiedad de quiénes depositan no sólo dinero, sino también, confianza de que cuando necesiten podrán disponer de dichos activos.
He comprobado, por experiencia propia, lo difícil que es ahorrar. Sobre todo en un país donde la inflación es galopante, donde el costo de vida supera ampliamente a los salarios percibidos, e instituciones encargadas del relevamiento a través de censos y encuestas, y de la elaboración de indicadores básicos de orden social y económico y la producción de otras estadísticas básicas, tales como el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos), brindan cifras irrisorias.
Pero retomando la cuestión del ahorro, realmente es vergonzoso, es un avasallamiento contra la propiedad privada, una traición a la confianza de quién ha resignado una parte de su salario, para reservarlo para determinado momento, no pueda hacerlo.
Creo que la pregunta que deberían hacerse los bancos sería: ¿Por qué estas personas, dejan su patrimonio en mis manos? ¿Por qué no lo entierran en algún lugar del mapa como hacían los piratas? ¿Qué me avala para no devolvérselos?”…
Demasiadas preguntas para personas jurídicas, que evidentemente carecen no sólo de moral, sino también de respeto, y de respuestas...

9 de octubre de 2008

Libro de quejas

Soy rezongona… bastante. Pero desde hace aproximadamente una semana, me encuentro particularmente irascible, odiosa, molesta… quizás esta situación se vió propiciada e incrementada, cuando el software de mi celular, decidió “pasar a mejor vida”, dejándome incomunicada. (Si bien el que me dieron en reemplazo por garantía, es completo… no me gusta estéticamente!!!… capricho?...)
O quizás el hecho de viajar en un trasporte público, que en caso de no estar abarrotado de pasajeros, esta diseñado para pigmeos. Si dispongo de lugar y quiero sentarme, tengo que hacerlo encogida de piernas, porque si no resulta imposible.
También puede haber influido que desde el sábado al martes dormí a razón de tres horas por día.
O tal vez me cansaron los destemplados de los guardias de mi trabajo que no consiguen regular el aire acondicionado o la calefacción, haciendo que adentro la temperatura sea totalmente contraria a la que hace afuera, y generándome un estado constante de resfrío, congestión, dolor de garganta.
Posiblemente el dolor de cabeza que me está agobiando sea un detonante para determinar mi estado. También hace caer la balanza tener que escuchar quejas de secundaria en la facultad: “Profe… y toma todos los temas de la bolilla?? ¿Profe… nos da la semana del estudiante? Profe, puede cambiar la fecha del parcial porque tengo dos exámenes ese día?” (Nota mental: estudiantes universitarios, futuros profesionales, y la ley del menor esfuerzo… destaco también que la mayoría de estos cuestionamientos surgen de quiénes estudian sin desarrollar ninguna actividad adicional)
También me fastidia el clima… dos días calor, y a la tarde frío… friísimo… y yo sin abrigo.
Comenzar la jornada a las 6.30 a.m. y llegar a casa a las 23.00 p.m. sabiendo que se acabó el día y no me alcanzó tiempo para hacer nada… otra queja.
O que me voy a acostar y olvido encender el aparato para los mosquitos, y me despierto por la picazón de las múltiples ronchas, y de muy mal humor…
Salir de casa y ver con desesperación que el colectivo “se me pasó en la cara”, o que si bien salí temprano, pasa media hora más tarde… una gota más al vaso de mi paciencia.
… la verdad, espero sea pasajero, en su defecto, hormonal…

30 de septiembre de 2008

TRACTAT DEL LOBO ESTEPARIO (Der Steppenwolf)

Esta entrada, es un compilado de características de un “Lobo Estepario”- Hermann Hesse- libro que no sólo me atrapó, si no que esencialmente, por presentar varios puntos de enlace con mi sentir a cerca de ciertas cuestiones, me hizo sentir demasiado caracterizada...
El protagonista “Harry” al recibir de aquél extraño ese “tractac” del lobo, que lo caracterizaba tan acertadamente, que le producía no sólo asombro, si no también miedo, se coloca en la butaca para verse a sí mismo reflejado en la descripción…
A medida que avanzaba en esta descripción del lobo estepario, se iban generando emociones y sensaciones diversas en mí… no sólo me senté en la butaca, si no, que pocas veces pude describir que es lo que me estaba sucediendo internamente, y nunca lo vi tan magníficamente detallado en las palabras de otro…
Gracias Kordobés, por la recomendación y la identificación-

No para cualquiera.
"Érase una vez un individuo, de nombre Harry, llamado el lobo estepario. Andaba en dos pies, llevaba vestidos y era un hombre, pero en el fondo era, en verdad, un lobo estepario. Había aprendido mucho de lo que las personas con buen entendimiento pueden aprender, y era un hombre bastante inteligente. Pero lo que no había aprendido era una cosa: a estar satisfecho de sí mismo y de su vida. Esto no pudo conseguirlo. Acaso ello proviniera de que en el fondo de su corazón sabía (o creía saber) en todo momento que no era realmente un ser humano, sino un lobo de la estepa. Que discutan los inteligentes acerca de si era en realidad un lobo, si en alguna ocasión, acaso antes de su nacimiento ya, había sido convertido por arte de encantamiento de lobo en hombre, o si había nacido desde luego hombre, pero dotado del alma de un lobo estepario y poseído o dominado por ella, o por último, si esta creencia de ser un lobo no era más que un producto de su imaginación o de un estado patológico. No dejaría de ser posible, por ejemplo, que este hombre, en su niñez, hubiera sido acaso fiero e indómito y desordenado, que sus educadores hubiesen tratado de matar en él a la bestia y precisamente por eso hubieran hecho arraigar en su imaginación la idea de que, en efecto, era realmente una bestia, cubierta sólo de una tenue funda de educación y sentido humano. Mucho e interesante podría decirse de esto y hasta escribir libros sobre el particular; pero con ello no se prestaría servicio alguno al lobo estepario, pues para él era completamente indiferente que el lobo se hubiera introducido en su persona por arte de magia o a fuerza de golpes, o que se tratara sólo de una fantasía de su espíritu. Lo que los demás pudieran pensar de todo esto, y hasta lo que él mismo de ello pensara, no tenía valor para el propio interesado, no conseguiría de ningún modo ahuyentar al lobo de su persona. El lobo estepario tenía, por consiguiente, dos naturalezas, una humana y otra lobuna; ése era su sino. Y puede ser también que este sino no sea tan singular y raro. Se han visto ya muchos hombres que dentro de sí tenían no poco de perro, de zorro, de pez o de serpiente, sin que por eso hubiesen tenido mayores dificultades en la vida. En esta clase de personas vivían el hombre y el zorro, o el hombre y el pez, el uno junto al otro, y ninguno de los dos hacía daño a su compañero, es más, se ayudaban mutuamente, y en muchos hombres que han hecho buena carrera y son envidiados, fue más el zorro o el mono que el hombre quien hizo su fortuna. Esto lo sabe todo el mundo. En Harry, por el contrario, era otra cosa; en él no corrían el hombre y el lobo paralelamente, y mucho menos se prestaban mutua ayuda, sino que estaban en odio constante y mortal, y cada uno vivía exclusivamente para martirio del otro, y cuando dos son enemigos mortales y están dentro de una misma sangre y de una misma alma, entonces resulta una vida imposible. Pero en fin, cada uno tiene su suerte, y fácil no es ninguna. Ahora bien, a nuestro lobo estepario ocurría, como a todos los seres mixtos, que, en cuanto a su sentimiento, vivía naturalmente unas veces como lobo, otras como hombre; pero que cuando era lobo, el hombre en su interior estaba siempre en acecho, observando, enjuiciando y criticando, y en las épocas en que era hombre, hacía el lobo otro tanto. Por ejemplo, cuando Harry en su calidad de hombre tenía un bello pensamiento, o experimentaba una sensación noble y delicada, o ejecutaba una de las llamadas buenas acciones, entonces el lobo que llevaba dentro enseñaba los dientes, se reía y le mostraba con sangriento sarcasmo cuán ridícula le resultaba toda esta distinguida farsa a un lobo de la estepa, a un lobo que en su corazón tenía perfecta conciencia de lo que le sentaba bien, que era trotar solitario por las estepas, beber a ratos sangre o cazar una loba, y desde el punto de vista del lobo toda acción humana tenía entonces que resultar horriblemente cómica y absurda, estúpida y vana. Pero exactamente lo mismo ocurría cuando Harry se sentía lobo y obraba como tal, cuando le enseñaba los dientes a los demás, cuando respiraba odio y enemiga terribles hacia todos los hombres y sus maneras y costumbres mentidas y desnaturalizadas. Entonces era cuando se ponía en acecho en él precisamente la parte de hombre que llevaba, lo llamaba animal y bestia y le echaba a perder y le corrompía toda la satisfacción en su esencia de lobo, simple, salvaje y llena de salud. Así estaban las cosas con el lobo estepario, y es fácil imaginarse que Harry no llevaba precisamente una vida agradable y venturosa. Pero con esto no se quiere decir que fuera desgraciado en una medida singularísima (aunque a él mismo así le pareciese, como todo hombre cree que los sufrimientos que le han tocado en suerte son los mayores del mundo). Esto no debiera decirse de ninguna persona. Quien no lleva dentro un lobo, no tiene por eso que ser feliz tampoco. Y hasta la vida más desgraciada tiene también sus horas luminosas y sus pequeñas flores de ventura entre la arena y el peñascal. Y esto ocurría también al lobo estepario. Por lo general era muy desgraciado, eso no puede negarse, y también podía hacer desgraciados a otros, especialmente si los amaba y ellos a él. Pues todos los que le tomaban cariño, no veían nunca en él más que uno de los dos lados. Algunos le querían como hombre distinguido, inteligente y original y se quedaban aterrados y defraudados cuando de pronto descubrían en él al lobo. Y esto era irremediable, pues Harry quería, como todo individuo, ser amado en su totalidad y no podía, por lo mismo, principalmente ante aquellos cuyo afecto le importaba mucho, esconder al lobo y repudiarlo. Pero también había otros que precisamente amaban en él al lobo, precisamente a lo espontáneo, salvaje, indómito, peligroso y violento, y a éstos, a su vez, les producía luego extraordinaria decepción y pena que de pronto el fiero y perverso lobo fuera además un hombre, tuviera dentro de sí afanes de bondad y de dulzura y quisiera además escuchar a Mozart, leer versos y tener ideales de humanidad. Singularmente éstos eran, por lo general, los más decepcionados e irritados, y de este modo llevaba el lobo estepario su propia duplicidad y discordia interna también a todas las existencias extrañas con las que se ponía en contacto. Quien, sin embargo, suponga que conoce al lobo estepario y que puede imaginarse su vida deplorable y desgarrada, está, no obstante, equivocado, no sabe, ni con mucho, todo. No sabe (ya que no hay regla sin excepción y un solo pecador es en determinadas circunstancias preferido de Dios a noventa y nueve justos) que en el caso de Harry no dejaba de haber excepciones y momentos venturosos, que él podía dejar respirar, pensar y sentir alguna vez al lobo y alguna vez al hombre con libertad y sin molestarse, es más, que en momentos muy raros, hacían los dos alguna vez las paces y vivían juntos en amor y compañía, de modo que no sólo dormía el uno cuando el otro velaba, sino que ambos se fortalecían y cada uno de ellos redoblaba el valor del otro. También en la vida de este hombre parecía, como por doquiera en el mundo, que con frecuencia todo lo habitual, lo conocido, lo trivial y lo ordinario no habían de tener más objeto que lograr aquí o allí, un intervalo aunque fuera pequeñísimo, una interrupción, para hacer sitio a lo extraordinario, a lo maravilloso, a la gracia. Si estas horas breves y raras de felicidad compensaban y amortiguaban el destino siniestro del lobo estepario, de manera que la ventura y el infortunio en fin de cuentas quedaban equiparados, o si acaso todavía más, la dicha corta, pero intensa de aquellas pocas horas absorbía todo el sufrimiento y aun arrojaba un saldo favorable, ello es de nuevo una cuestión, sobre la cual la gente ociosa puede meditar a su gusto. También el lobo meditaba con frecuencia sobre ella, y éstos eran sus días más ociosos e inútiles. A propósito de esto, aún hay que decir una cosa. Hay bastantes personas de índole parecida a como era Harry; muchos artistas principalmente pertenecen a esta especie. Estos hombres tienen todos dentro de sí dos almas, dos naturalezas; en ellos existe lo divino y lo demoníaco, la sangre materna y la paterna, la capacidad de ventura y la capacidad de sufrimiento, tan hostiles y confusos lo uno junto y dentro de lo otro, como estaban en Harry el lobo y el hombre. Y estas personas, cuya existencia es muy agitada, viven a veces en sus raros momentos de felicidad algo tan fuerte y tan indeciblemente hermoso, la espuma de la dicha momentánea salta con frecuencia tan alta y deslumbrante por encima del mar del sufrimiento, que este breve relámpago de ventura alcanza y encanta radiante a otras personas. Así se producen, como preciosa y fugitiva espuma de felicidad sobre el mar de sufrimiento, todas aquellas obras de arte, en las cuales un solo hombre atormentado se eleva por un momento tan alto sobre su propio destino, que su dicha luce como una estrella, y a todos aquellos que la ven, les parece algo eterno y como su propio sueño de felicidad. Todos estos hombres, llámense como se quieran sus hechos y sus obras, no tienen realmente, por lo general, una verdadera vida, es decir, su vida no es ninguna esencia, no tiene forma, no son héroes o artistas o pensadores a la manera como otros son jueces, médicos, zapateros o maestros, sino que su existencia es un movimiento y un flujo y reflujo eternos y penosos, está infeliz y dolorosamente desgarrada, es terrible y no tiene sentido, si no se está dispuesto a ver dicho sentido precisamente en aquellos escasos sucesos, hechos, ideas y obras que irradian por encima del caos de una vida así. Entre los hombres de esta especie ha surgido el pensamiento peligroso y horrible de que acaso toda la vida humana no sea sino un tremendo error, un aborto violento y desgraciado de la madre universal, un ensayo salvaje y horriblemente desafortunado de la naturaleza. Pero también entre ellos es donde ha surgido la otra idea de que el hombre acaso no sea sólo un animal medio razonable, sino un hijo de los dioses y destinado a la inmortalidad. .
Pero en medio de la libertad lograda se dio bien pronto cuenta Harry de que esa su independencia era una muerte, que estaba solo, que el mundo lo abandonaba de un modo siniestro, que los hombres no le importaban nada; es más, que él mismo a sí tampoco, que lentamente iba ahogándose en una atmósfera cada vez más tenue de falta de trato y de aislamiento. Porque ya resultaba que la soledad y la independencia no eran su afán y su objetivo, eran su destino y su condenación, que su mágico deseo se había cumplido y ya no era posible retirarlo, que ya no servía de nada extender los brazos abiertos lleno de nostalgia y con el corazón henchido de buena voluntad, brindando solidaridad y unión; ahora lo dejaban solo. Y no es que fuera odioso y detestado y antipático a los demás. Al contrario, tenía muchos amigos. Muchos lo querían bien. Pero siempre era únicamente simpatía y amabilidad lo que encontraba; lo invitaban, le hacían regalos, le escribían bonitas cartas, pero nadie se le aproximaba espiritualmente, por ninguna parte surgía compenetración con nadie, y nadie estaba dispuesto ni era capaz de compartir su vida. Ahora lo envolvía el ambiente de soledad, una atmósfera de quietud, un apartamiento del mundo que lo rodeaba, una incapacidad de relación, contra la cual no podía nada ni la voluntad, ni el afán, ni la nostalgia. Este era uno de los caracteres más importantes de su vida.
… poco a poco se creó de esta predisposición una filosofía útil para la vida. La familiaridad con la idea de que aquella salida extrema estaba constantemente abierta, le daba fuerza, lo hacía curioso para apurar los dolores y las situaciones desagradables, y cuando le iba muy mal, podía expresar su sentimiento con feroz alegría, con una especie de maligna alegría: «Tengo gran curiosidad por ver cuánto es realmente capaz de aguantar un hombre. En cuanto alcance el límite de lo soportable, no habrá más que abrir la puerta y ya estaré fuera.» Hay muchos suicidas que de esta idea logran extraer fuerzas extraordinarias.

… su relación con lo «burgués». El lobo estepario estaba, según su propia apreciación, completamente fuera del mundo burgués, ya que no conocía ni vida familiar ni ambiciones sociales. Se sentía en absoluto como individualidad aislada, ya como ser extraño y enfermizo anacoreta, ya como hipernormal, como un individuo de disposiciones geniales, y elevado sobre las pequeñas normas de la vida corriente. Consciente, despreciaba al hombre burgués y tenía a orgullo no serlo. Esto no obstante, vivía en muchos aspectos de un modo enteramente burgués; tenía dinero en el Banco y ayudaba a parientes pobres, es verdad que se vestía sin atildamiento, pero con decencia y para no llamar la atención; procuraba vivir en buena paz con la Policía, con el recaudador de contribuciones y otros poderes parecidos. Pero, además, lo atraía también un fuerte y secreto afán constante hacia el mundo de la pequeña burguesía, hacia las tranquilas y decentes casas de familia, con jardinillos limpios, escaleras relucientes y toda su modesta atmósfera de orden y de pulcritud. Le gustaba tener sus pequeños vicios y sus extravagancias, sentirse extraburgués, como ente raro o como genio, pero no habitaba ni vivía nunca, por decirlo así, en los suburbios de la vida, donde no hay burguesía ya. Ni estaba en su elemento entre los hombres violentos y de excepción, ni entre los criminales y mal avenidos con la ley, sino que se quedaba siempre viviendo en los dominios de la burguesía, con cuyos hábitos, normas y ambiente no dejaba de estar en relación, aunque fuera antagónica y rebelde.
… De esta manera reconocía y afirmaba siempre con una mitad de su ser y de su actividad, lo que con la otra mitad negaba y combatía. Educado con severidad y buenas costumbres en una casa culta de la burguesía, estaba siempre apegado con parte de su alma a los órdenes de este mundo, aun después de haberse individualizado hacía mucho tiempo por encima de toda medida posible en un ambiente burgués y de haberse libertado del contenido ideal y del credo de la burguesía. Lo «burgués», pues, como un estado siempre latente dentro de lo humano, no es otra cosa que el ensayo de una compensación, que el afán de un término medio de avenencia entre los numerosos extremos y dilemas contrapuestos de la humana conducta. Si tomamos como ejemplo cualquiera de estos dilemas de contraposición, a saber, el de un santo y un libertino, se comprenderá al punto nuestra alegría. El hombre tiene la facultad de entregarse por entero a lo espiritual, al intento de aproximación a lo divino, al ideal de los santos. Tiene también, por el contrario, la facultad de entregarse por completo a la vida del instinto, a los apetitos sensuales y de dirigir todo su afán a la obtención de placeres del momento. Uno de los caminos acaba en el santo, en el mártir del espíritu, en la propia renunciación y sacrificio por amor a Dios. El otro camino acaba en el libertino, en el mártir de los instintos, en el propio sacrificio en aras de la descomposición y el aniquilamiento. Ahora bien, el burgués trata de vivir en un término medio confortable entre ambas sendas. Nunca habrá de sacrificarse o de entregarse ni a la embriaguez ni al ascetismo, nunca será mártir ni consentirá en su aniquilamiento. Al contrario, su ideal no es sacrificio, sino conservación del yo, su afán no se dirige ni a la santidad ni a lo contrario; la incondicionalidad le es insoportable; sí quiere servir a Dios, pero también a los placeres del mundo; sí quiere ser virtuoso, pero al mismo tiempo pasarlo en la tierra un poquito bien y con comodidad. En resumen, trata de colocarse en el centro, entre los extremos, en una zona templada y agradable, sin violentas tempestades ni tormentas, y esto lo consigue, desde luego, aun a costa de aquella intensidad de vida y de sensaciones que proporciona una existencia enfocada hacia lo incondicional y extremo. Intensivamente no se puede vivir más que a costa del yo. Pero el burgués no estima nada tanto como al yo (claro que un yo desarrollado sólo rudimentariamente). A costa de la intensidad alcanza seguridad y conservación; en vez de posesión de Dios, no cosecha sino tranquilidad de conciencia; en lugar de placer, bienestar; en vez de libertad, comodidad; en vez de fuego abrasador, una temperatura agradable. El burgués es consiguientemente por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley, la responsabilidad por el sistema de votación. Es evidente que este ser débil y asustadizo, aun existiendo en cantidad tan considerable, no puede sostenerse, que por razón de sus cualidades no podría representar en el mundo otro papel que el de rebaño de corderos entre lobos errantes. Sin embargo, vemos que, aunque en tiempos de los gobiernos de naturalezas muy vigorosas el ciudadano burgués es inmediatamente aplastado contra la pared, no perece nunca, y a veces hasta se nos antoja que domina en el mundo. ¿Cómo es esto posible? Ni el gran número de sus rebaños, ni la virtud, ni el common sense, ni la organización serían lo bastante fuertes para salvarlo de la derrota. No hay medicina en el mundo que pueda sostener a quien tiene la intensidad vital tan debilitada desde el principio. Y sin embargo, la burguesía vive, es poderosa y próspera. ¿Por qué? La respuesta es la siguiente: por los lobos esteparios. En efecto, la fuerza vital de la burguesía no descansa en modo alguno sobre las cualidades de sus miembros normales, sino sobre las de los extraordinariamente numerosos outsiders que puede contener aquélla gracias a lo desdibujado y a la elasticidad de sus ideales. Viven siempre dentro de la burguesía una gran cantidad de temperamentos vigorosos y fieros. Nuestro lobo estepario, Harry, es un ejemplo característico. Él, que se ha individualizado mucho más allá de la medida posible a un hombre burgués, que conoce las delicias de la meditación, igual que las tenebrosas alegrías del odio a todo y a sí mismo, que desprecia la ley, la virtud y el common sense es un adepto forzoso de la burguesía y no puede sustraerse a ella. Y así acampan en torno de la masa burguesa, verdadera y auténtica, grandes sectores de la humanidad, muchos millares de vidas y de inteligencias, cada una de las cuales, aunque se sale del marco de la burguesía y estaría llamada a una vida de incondicionalidades, es, sin embargo, atraída por sentimientos infantiles hacia las formas burguesas y contagiada un tanto de su debilitación en la intensidad vital, se aferra de cierta manera a la burguesía, quedando de algún modo sujeta, sometida y obligada a ella. Pues a ésta le cuadra, a la inversa, el principio de los poderosos: «Quien no está contra mí, está conmigo.» Si examinamos en este aspecto el alma del lobo estepario, se nos manifiesta éste como un hombre al cual su grado elevado de individuación lo clasifica ya entre los no burgueses, pues toda individuación superior se orienta hacia el yo y propende luego a su aniquilamiento. Vemos cómo siente dentro de sí fuertes estímulos, tanto hacia la santidad como hacia el libertinaje, pero a causa de alguna debilitación o pereza no pudo dar el salto en el insondable espacio vacío, quedando ligado al pesado astro materno de la burguesía. Esta es su situación en el Universo, éste su atadero. La inmensa mayoría de los intelectuales, la mayor parte de los artistas pertenecen a este tipo. Únicamente los más vigorosos de ellos traspasan la atmósfera de la tierra burguesa y llegan al cosmos, todos los demás se resignan o transigen, desprecian la burguesía y pertenecen a ella sin embargo, la robustecen y glorifican, al tener que acabar por afirmaría para poder seguir viviendo. Estas numerosas existencias no llegan a lo trágico, pero sí a un infortunio y a una desventura, muy considerables, en cuyo infierno han de cocerse y fructificar sus talentos. Los pocos que consiguen desgarrarse con violencia, logran lo absoluto y sucumben de manera admirable; son los trágicos, su número es reducido. Pero a los otros, a los que permanecen sometidos, cuyos talentos son con frecuencia objeto de grandes honores por parte de la burguesía, a éstos les está abierto un tercer imperio, un mundo imaginario, pero soberano: estos mártires perpetuos, a los cuales les es negada la potencia necesaria para lo trágico, para abrirse camino hasta los espacios siderales, que se sienten llamados hacia lo absoluto y, sin embargo, no pueden vivir en él: a ellos se les ofrece, cuando su espíritu se ha fortalecido y se ha hecho elástico en el sufrimiento, la salida acomodaticia al humorismo. El humorismo es siempre un poco burgués, aun cuando el verdadero burgués es incapaz de comprenderlo. En su esfera imaginaria encuentra realización el ideal enmarañado y complicado de todos los lobos esteparios: aquí es posible no sólo afirmar a la vez al santo y al libertino, plegando los polos hasta juntarlos, sino comprender además en la afirmación al propio burgués. Al poseído de Dios le es, sin duda, muy posible afirmar al criminal, y viceversa; pero a ambos, y a todos los otros seres absolutos, les es imposible afirmar aquel término tibio y neutral, lo burgués. Sólo el humorismo, el magnífico invento de los detenidos en su llamamiento hacia lo más grande, de los casi trágicos, de los infelices de la máxima capacidad, sólo el humorismo (quizás el producto más característico y más genial de la humanidad) lleva a cabo este imposible, cubre y combina todos los círculos de la naturaleza humana con las irradiaciones de sus prismas. Vivir en el mundo, como si no fuera el mundo, respetar la ley y al propio tiempo estar por encima de ella, poseer, «como si no se poseyera», renunciar, como si no se tratara de una renunciación -tan sólo el humorismo está en condiciones de realizar todas estas exigencias, favoritas y formuladas con frecuencia, de una sabiduría superior de la vida. Y en caso de que el lobo estepario, a quien no faltan facultades y disposición para ello, lograra en el laberinto de su infierno acabar de cocer y de transpirar esta bebida mágica, entonces estaría salvado. Aún le falta mucho para ello. Pero la posibilidad, la esperanza, existe. Quien lo quiera, quien sienta simpatías por él, debe desearle esta salvación. Ciertamente que de este modo él se quedaría para siempre dentro de lo burgués, pero sus tormentos serían llevaderos y fructíferos. Su relación con la burguesía, en amor y en odio, perdería la sentimentalidad, y su ligadura a este mundo cesaría de martirizarlo constantemente como una vergüenza. Para alcanzar esto o acaso para, al final, poder todavía osar el salto en el espacio, tendría un lobo estepario así que enfrentarse alguna vez consigo mismo, mirar hondamente en el caos de la propia alma y llegar a la plena conciencia de sí. Su existencia enigmática se le revelaría al instante en su plena invariabilidad, y a partir de entonces sería imposible volver a refugiarse una y otra vez desde el infierno de sus instintos en los consuelos filosófico-sentimentales, y de éstos en el ciego torbellino de su esencia lobuna. El hombre y el lobo se verían obligados a reconocerse mutuamente, sin caretas sentimentales engañosas, y a mirarse fijamente a los ojos. Entonces, o bien explotarían, disgregándose para siempre, de modo que se acabara el lobo estepario, o bien concertarían un matrimonio de razón a la luz naciente del humorismo. Es posible que Harry se encuentre un día ante esta última posibilidad.

…presiente y teme la posibilidad de un encuentro consigo mismo, sabe de la existencia de aquel espejo, en el cual siente tan terrible necesidad de mirarse y en el cual teme con mortal angustia verse reflejado.
…Así es también, para decirlo pronto, una mentira el lobo estepario. Cuando Harry se considera a sí mismo como hombre-lobo y piensa que está compuesto de dos seres hostiles y contrarios, ello es puramente una mitología simplificadora. Harry no es un hombre-lobo, y si nosotros también acogimos, aparentemente sin fijarnos, su ficción, por él mismo inventada y creída, tratando de considerarlo y de explicarlo realmente como un ente doble, como lobo estepario, nos aprovechamos de un engaño con la esperanza de ser comprendidos más fácilmente, engaño cuya depuración debe intentarse ahora. La bidivisión en lobo y hombre, en instinto y espíritu, por la cual Harry procura hacerse más comprensible su sino, es una simplificación muy grosera, una violencia ejercida sobre la realidad en beneficio de una explicación plausible, pero equivocada, de las contradicciones que este hombre encuentra dentro de sí y que le parecen la fuente de sus no escasos sufrimientos. Harry encuentra en sí un «hombre», esto es, un mundo de ideas, sentimientos, de cultura, de naturaleza dominada y sublimada, y a la vez encuentra allí al lado, también dentro de sí, un «lobo», es decir, un mundo sombrío de instintos, de fiereza, de crueldad, de naturaleza ruda, no sublimada. A pesar de esta división aparentemente tan clara de su ser en dos esferas que le son hostiles, ha comprobado, sin embargó, alguna vez que por un rato, durante algún feliz momento, se reconcilian el lobo y el hombre. Si Harry quisiera tratar de determinar en cada instante aislado de su vida, en cada uno de sus actos, en cada una de sus sensaciones, qué participación tuviera el hombre y cuál el lobo, se encontraría en un callejón sin salida y se vendría abajo toda su bella teoría del lobo. Pues no hay un solo hombre, ni siquiera el negro primitivo, ni tampoco el idiota, tan lindamente sencillo que su naturaleza pueda explicarse como la suma de sólo dos o tres elementos principales; y querer explicar a un hombre precisamente tan diferenciado como Harry con la división pueril en lobo y hombre, es un intento infantil desesperado. Harry no está compuesto de dos seres, sino de ciento, de millares. Su vida oscila (como la vida de todos los hombres) no ya entre dos polos, por ejemplo el instinto y el alma, o el santo y el libertino, sino que oscila entre millares, entre incontables pares de polos. No ha de asombrarnos que un hombre tan instruido y tan inteligente como Harry se tenga por un lobo estepario, crea poder encerrar la rica y complicada trama de su vida en una fórmula tan llana, tan primitiva y brutal. El hombre no posee muy desarrollada la capacidad de pensar, y hasta el más espiritual y cultivado mira al mundo y a sí propio siempre a través del lente de fórmulas muy ingenuas, simplificadoras y engañosas - ¡especialmente a sí propio!-. Pues, a lo que parece, es una necesidad innata fatal en todos los hombres representarse cada uno su yo como una unidad. Y aunque esta quimera sufra con frecuencia algún grave contratiempo y alguna sacudida, vuelve siempre a curar y surgir lozana. El juez, sentado frente al asesino y mirándolo a los ojos, que oye hablar todo un rato al criminal con su propia voz (la del juez) y encuentra además en su propio interior todos los matices y capacidades y posibilidades del otro, vuelve ya al momento siguiente a su propia identidad, a ser Juez, se cobija de nuevo rápidamente en la funda de su yo imaginario, cumple con su deber y condena a muerte al asesino. Y si alguna vez en las almas humanas organizadas delicadamente y de especiales condiciones de talento surge el presentimiento de su diversidad, si ellas, como todos los genios, rompen el mito de la unidad de la persona y se consideran como polipartitas, como un haz de muchos yos, entonces, con sólo que lleguen a expresar esto, las encierra inmediatamente la mayoría, llama en auxilio a la ciencia, comprueba esquizofrenia y protege al mundo de que de la boca de estos desgraciados tenga que oír un eco de la verdad. Pero ¿ a qué perder aquí palabras, a qué expresar cosas cuyo conocimiento se sobreentiende para todo el que piense, pero que no es costumbre expresarlas? Cuando, por consiguiente, un hombre se adelanta a extender a una duplicidad la unidad imaginada del yo, resulta ya casi un genio, al menos en todo caso una excepción rara e interesante. Pero en realidad ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades. Que cada uno individualmente se afane por tomar a este caos por una unidad y hable de su yo como si fuera un fenómeno simple, sólidamente conformado y delimitado claramente: esta ilusión natural a todo hombre (aun al más elevado) parece ser una necesidad, una exigencia de la vida, lo mismo que el respirar y el comer. La ilusión descansa en una sencilla traslación. Como cuerpo, cada hombre es uno; como alma, jamás. También en poesía, hasta en la más refinada, se viene operando siempre desde tiempo inmemorial con personajes aparentemente completos, aparentemente de unidad. En la poesía que hasta ahora se conoce, los especialistas, los competentes, prefieren el drama, y con razón, pues ofrece (u ofrecería) la posibilidad máxima de representar al yo como una multiplicidad -si a esto no lo contradijera la grosera apariencia de que cada personaje aislado del drama ha de antojársenos una unidad, ya que está metido dentro de un cuerpo solo, unitario y cerrado-. Y es el caso también que la estética ingenua considera lo más elevado al llamado drama de caracteres, en el cual cada figura aparece como unidad perfectamente destacada y distinta. Sólo poco a poco, y visto desde lejos, va surgiendo en algunos la sospecha de que quizá todo esto es una barata estética superficial, de que nos engañamos al aplicar a nuestros grandes dramáticos los conceptos, magníficos, pero no innatos a nosotros, sino sencillamente imbuidos, de belleza de la Antigüedad, la cual, partiendo siempre del cuerpo visible, inventó muy propiamente la ficción del yo, de la persona.
…Harry comete una horrible violencia con su alma al tratar de explicársela de un aspecto tan rudimentario. Harry, a pesar de ser un hombre muy ilustrado, se produce como, por ejemplo, un salvaje que no supiera contar más que hasta dos. A un trozo de silo llama hombre; a otro, lobo, y con ello cree estar al fin de la cuenta y haberse agotado. En el «hombre» mete todo lo espiritual, sublimado o, por lo menos, cultivado, que encuentra dentro de sí, y en el «lobo» todo lo instintivo, fiero y caótico. Pero de un modo tan simple como en nuestros pensamientos, de un modo tan grosero como en nuestro ingenuo lenguaje, no ocurren las cosas en la vida, y Harry se engaña doblemente al aplicar esta teoría primitiva del lobo. Tememos que Harry atribuya ya al hombre regiones enteras de su alma que aún están muy distantes del hombre, y en cambio al lobo partes de su ser que hace ya mucho se han salido de la fiera. Como todos los hombres, cree también Harry que sabe muy bien lo que es el ser humano, y, sin embargo, no lo sabe en absoluto, aun cuando lo sospecha con alguna frecuencia en sueños y en otros estados de conciencia difíciles de comprobar. ¡Si no olvidara estas sospechas! ¡Si al menos se las asimilara en todo lo posible! El hombre no es de ninguna manera un producto firme y duradero (éste fue, a pesar de los presentimientos contrapuestos de sus sabios, el ideal de la Antigüedad), es más bien un ensayo y una transición; no es otra cosa sino el puente estrecho y peligroso entre la naturaleza y el espíritu. Hacia el espíritu, hacia Dios lo impulsa la determinación más íntima; hacia la naturaleza, en retorno a la madre, lo atrae el más íntimo deseo: entre ambos poderes vacila su vida temblando de miedo. Lo que los hombres, la mayor parte de las veces, entienden bajo el concepto «hombre», es siempre no más que un transitorio convencionalismo burgués. Ciertos instintos muy rudos son rechazados y prohibidos por este convencionalismo; se pide un poco de conciencia, de civilidad y desbestialización, una pequeña porción de espíritu no sólo se permite, sino que es necesaria. El «hombre» de esta convención es, como todo ideal burgués, un compromiso, un tímido ensayo de ingenua travesura para frustrar tanto a la perversa madre primitiva Naturaleza como al molesto padre primitivo Espíritu en sus vehementes exigencias, y lograr vivir en un término medio entre ellos. Por esto permite y tolera el burgués eso que llama «personalidad»; pero al mismo tiempo entrega la personalidad a aquel moloc «Estado» y enzarza continuamente al uno contra la otra. Por eso el burgués quema hoy por hereje o cuelga por criminal a quien pasado mañana ha de levantar estatuas. Que el «hombre» no es algo creado ya, sino una exigencia del espíritu, una posibilidad lejana, tan deseada como temida, y que el camino que a él conduce sólo se va recorriendo a pequeños trocitos y bajo terribles tormentos y éxtasis, precisamente por aquellas raras individualidades a las que hoy se prepara el patíbulo y mañana el monumento; esta sospecha vive también en el lobo estepario. Pero lo que él dentro de sí llama «hombre», en contraposición a su «lobo», no es, en gran parte, otra cosa más que precisamente aquel «hombre» mediocre del convencionalismo burgués. El camino al verdadero hombre, el camino a los inmortales, no deja Harry de adivinarlo perfectamente y lo recorre también aquí y allá con timidez muy poco a poco, pagando esto con graves tormentos, con aislamiento doloroso. Pero afirmar y aspirar a aquella suprema exigencia, a aquella encarnación pura y buscada por el espíritu, caminar la única senda estrecha hacia la inmortalidad, eso lo teme él en lo más profundo de su alma. Se da perfecta cuenta: ello conduce a tormentos aún mayores, a la proscripción, al renunciamiento de todo, quizás al cadalso; y aunque al final de este camino sonríe seductora la inmortalidad, no está dispuesto a sufrir todos estos sufrimientos, a morir todas estas muertes. Aun teniendo más conciencia del fin de la encarnación que los burgueses, cierra, sin embargo, los ojos y no quiere saber que el apego desesperado al yo, el desesperado no querer morir, es el camino más seguro para la muerte eterna, en tanto que sabe morir, rasgar el velo del arcano, ir buscando eternamente mutaciones al yo, conduce a la inmortalidad.

…Quisiera o vencer dentro de sí al lobo y vivir enteramente como hombre o, por el contrario, renunciar al hombre y vivir, al menos, como lobo, una vida uniforme, sin desgarramientos. Probablemente no ha observado nunca con atención a un lobo auténtico; hubiese visto entonces quizá que tampoco los animales tienen un alma unitaria, que también en ellos, detrás de la bella y austera forma del cuerpo, viven una multiplicidad de afanes y de estados; que también el lobo tiene abismos en su interior, que también el lobo sufre. No, con la «¡Vuelta a la naturaleza!» va siempre el hombre por un falso camino, lleno de penalidades y sin esperanzas. Harry no puede volver a convertirse enteramente en lobo, y silo pudiera, vería que tampoco el lobo es a su vez nada sencillo y originario, sino algo ya muy complicado y complejo. También el lobo tiene dos y más de dos almas dentro de su pecho de lobo, y quien desea ser un lobo incurre en el mismo olvido que el hombre de aquella canción: «¡Feliz quien volviera a ser niño!» El hombre simpático, pero sentimental, que canta la canción del niño dichoso, quisiera volver también a la naturaleza, a la inocencia, a los principios, y ha olvidado por completo que los niños no son felices en absoluto, que son capaces de muchos conflictos, de muchas desarmonías, de todos los sufrimientos. Hacia atrás no conduce, en suma, ninguna senda, ni hacia el lobo ni hacia el niño. En el principio de las cosas no hay sencillez ni inocencia; todo lo creado, hasta lo que parece más simple, es ya culpable, es ya complejo, ha sido arrojado al sucio torbellino del desarrollo y no puede ya, no puede nunca más nadar contra corriente. El camino hacia la inocencia, hacia lo increado, hacia Dios, no va para atrás, sino hacia delante; no hacia el lobo o el niño, sino cada vez más hacia la culpa, cada vez más hondamente dentro de la encarnación humana. Tampoco con el suicidio, pobre lobo estepario, se te saca de apuro realmente; tienes que recorrer el camino más largo, más penoso y más difícil de la humana encarnación; habrás de multiplicar todavía con frecuencia tu duplicidad; tendrás que complicar aún más tu complicación. En lugar de estrechar tu mundo, de simplificar tu alma, tendrás que acoger cada vez más mundo, tendrás que acoger a la postre al mundo entero en tu alma dolorosamente ensanchada, para llegar acaso algún día al fin, al descanso. Por este camino marcharon Buda y todos los grandes hombres, unos a sabiendas, otros inconscientemente, mientras la aventura les salía bien. Nacimiento significa desunión del todo, significa limitación, apartamiento de Dios, penosa reencarnación. Vuelta al todo, anulación de la dolorosa individualidad, llegar a ser Dios quiere decir: haber ensanchado tanto el alma que pueda volver a comprender nuevamente al todo. No se trata aquí del hombre que conoce la escuela, la economía política ni la estadística, ni del hombre que a millones anda por la calle y que no tiene más importancia que la arena o que la espuma de los mares: da lo mismo un par de millones más o menos; son material nada más. No, nosotros hablamos aquí del hombre en sentido elevado, del término del largo camino de la encarnación humana, del hombre verdaderamente regio, de los inmortales. El genio no es tan raro como quiere antojársenos con frecuencia; claro que tampoco es tan frecuente, como se figuran las historias literarias y la historia universal y hasta los periódicos. El lobo estepario Harry, a nuestro juicio, sería genio bastante para intentar la aventura de la encarnación humana, en lugar de sacar a colación lastimeramente a cada dificultad su estúpido lobo estepario. Que hombres de tales posibilidades salgan del paso con lobos esteparios y «hay viviendo dos almas en mi pecho», es tan extraño y entristecedor como que muestren con frecuencia aquella afición cobarde a lo burgués. Un hombre capaz de comprender a Buda, un hombre que tiene noción de los cielos y abismos de la naturaleza humana, no debería vivir en un mundo en el que dominan el common sense, la democracia y la educación burguesa. Sólo por cobardía sigue viviendo en él, y cuando sus dimensiones lo oprimen, cuando la angosta celda de burgués le resulta demasiado estrecha, entonces se lo apunta a la cuenta del «lobo» y no quiere enterarse de que a veces el lobo es su parte mejor. A todo lo fiero dentro de si lo llama lobo y lo tiene por malo, por peligroso, por terror de los burgueses; pero él, que cree, sin embargo, ser un artista y tener sentidos delicados, no es capaz de ver que fuera del lobo, detrás del lobo, viven otras muchas cosas en su interior; que no es lobo todo lo que muerde; que allí habitan además zorro, dragón, tigre, mono y ave del paraíso. Y que todo este mundo, este completo edén de miles de seres, terribles y lindos, grandes y pequeños, fuertes y delicados, es ahogado y apresado por el mito del lobo, lo mismo que el verdadero hombre que hay en él es ahogado y preso por la apariencia de hombre, por el burgués. Imagínese un jardín con cien clases de árboles, con mil variedades de flores, con cien especies de frutas y otros tantos géneros de hierbas. Pues bien: si el jardinero de este jardín no conoce otra diferenciación botánica que lo «comestible» y la «mala hierba», entonces no sabrá qué hacer con nueve décimas partes de su jardín, arrancará las flores más encantadoras, talará los árboles más nobles, o los odiará y mirará con malos ojos. Así hace el lobo estepario con las mil flores de su alma. Lo que no cabe en las casillas de «hombre» o de «lobo», ni lo mira siquiera. ¡Y qué de cosas no clasifica como «hombre»! Todo lo cobarde, todo lo simio, todo lo estúpido y minúsculo, como no sea muy directamente lobuno, lo cuenta al lado del «hombre», así como atribuye al lobo todo lo fuerte y noble sólo porque aún no consiguiera dominarlo. “

18 de septiembre de 2008

Injuriada la paciencia, a veces en ira quiebra…

Reconozco que soy del tipo de personas que piensan cada palabra antes de liberarlas al mundo exterior, aunque hay veces que salen desbocadamente, cuál caballo sin riendas… Como contrapartida, analizo demasiado las palabras que me dicen…

Se también, que los momentos de liberación verbal, son provocados. Discusiones, aguantes, planteos ilógicos, actitudes, o quizás sin configurar ninguna situación en particular forman parte de un cúmulo de situaciones y malos entendidos, que vendrían a ser “la gota que rebalsa el vaso”.
Pero la cuestión es… ¿porque esa necesidad de jugar con los límites? Porque aguardar pacientemente la explosión… ¿Cuál es el trasfondo? Será que… ¿tal vez, albergo la creencia de que no volverá a suceder? O tal vez, una loca idea de que la otra persona, tiene “la bola de cristal” y sabe todo lo que me molesta. Particularmente, no tengo una causa específica a la cuál atribuírselo, aunque podría decir que el ser “políticamente correcta”, tiene su cuota de influencia. Con respecto a esto último, he comprobado que tiene un alto precio.

La mayoría de las veces, tengo “el discurso” detallado, expuesto de manera magistral, pero dentro de mi cabeza. Una disertación sin fallas, con las justificaciones y las teorías más acabadas. Sólo tengo que aguardar al encuentro con su destinatario. Ahora bien, llegado el momento en que tengo al receptor frente a mi, simplemente hago todo al revés. Digo la mitad de las cosas, las cuáles incluso parecen algo incoherentes. Las ideas son expuestas de manera desordenada, y por más empeño que trate de poner, resulta no sólo escaso si no bastante confuso el mensaje que quiero transmitir.

Otras veces sucede, que si bien, tengo presente todo el discurso, el receptor dice algo que simplemente no preví como respuesta, que hace que mi discurso carezca de sentido y significado, forzándome a obviarlo por completo…

“Hay dos maneras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable”… De este modo, postergar algo que inexorablemente ha de ocurrir, como decir lo que nos molesta, lo que nos ahoga… conduce a terminar “vomitando” esas palabras que forman parte de de lo reprimido, de lo que no se dijo en su momento... de la peor manera, en la circunstancia menos óptimas…

10 de septiembre de 2008

Dime con quién andas...

Sabía que esto iba a pasar… cuando mi hermana decidió dar un vuelco vertiginoso a su carrera, de ciencias económicas optando por medicina… lo presentía… tengo una relación psicológica particular con las enfermedades… hipocondriasis? (no a ese extremo, pero tiene algunos puntos de contacto)
Si bien me parece que es lo mejor que pudo haber hecho, respecto a dedicarse a lo que le gusta, la verdad, es que hay cosas preferiría no saber… La ignorancia en determinadas cuestiones, brinda una falsa sensación de tranquilidad. Muchos hechos y acontecimientos que suceden en nuestra vida diaria son ignorados por completo y sin embargo, estamos cómodos en nuestras tinieblas - head in heaven, fingers in the mire-

En su afán de conocer y de compartir sus conocimientos, me somete a la exposición de los temas que en ella despertaron interés. Reconozco que la mayor cantidad de veces es ella quién debe escuchar mis eternas exposiciones, pero era su turno… “le tocaba”. Y así comenzó explicando la etiología de la enfermedad del tétanos y la del botulismo. De forma notoriamente asombrada decía: Esporas… todo por esporas…

Esa mañana desperté algo “perseguida” por estos organismos micromoleculares, y decidí investigar mas… no de las enfermedades, sino de porque me estaba “persiguiendo” tanto… escribí la palabra psicopateo como referente de búsqueda… y entre demasiados resultados, se encontraba un tema totalmente distinto al que tenía en mente al iniciar la búsqueda… relaciones amorosas dañinas… Como era de suponer, las “esporas”, quedaron tan interesadas en el tema como yo, porque ni volví a acordarme de ellas…

El artículo exponía, entre otras preguntas que para mí no tenían respuesta, cuestionamientos tales como: ¿Por qué nos equivocamos tanto al escoger pareja? ¿Por qué nos resignamos a relaciones dolorosas? ¿Por qué nos enganchamos a estas relaciones y no sabemos salir de ellas? ¿Podemos reconocerlas antes de involucrarnos?

Se hacía referencia a la presentación del libro y un acercamiento a los temas tratados: “Amores altamente peligrosos”, por Walter Riso. A continuación una breve síntesis:

"El estilo afectivo es una manera de amar específica que depende de cómo te ves a ti mismo y a los otros. Las relaciones tóxicas se crean desde unas condiciones vinculares de mutua dependencia y circularidad, llenas de alianzas inconscientes, donde hay un estado mental y emocional de expectativa de un individuo sobre el otro y viceversa y que llega a convertirse en indispensable al mismo tiempo que insoportable.
Algunas personas parecen enredarse continuamente en relaciones difíciles.
Si estar con alguien implica la destrucción del yo, entonces mejor estar solo, Una relación con un trastorno límite de personalidad tiene el peor de los pronósticos. Estas personas no saben quiénes son, ni lo que quieren, "tienen una sensación de vacío infinito y se pueden presentar de múltiples formas"
Estilos afectivos que es mejor evitar

Un narcisista rompe la estructura ética de la relación, sólo quiere recibir afecto y adulación. No da nada a cambio y la pareja puede entrar en depresión. ¿Qué tipo de personas atrae? "Las que se consideran no deseables socialmente ni atractivas y buscan alguien que les dé estatus. También se enganchan personas inmaduras o co-dependientes, que buscan receptores de afecto como los narcisistas. Es como si se juntara un adicto al trabajo con un explotador laboral. Si piden directamente ayuda profesional es cuando pasan por una etapa crítica, como un descenso de categoría laboral, y se deprimen". Al paranoide el valor que le falta es la confianza básica en la pareja, pensar que nunca le hará daño intencionadamente. "Sin esa certeza no se puede estar, sería como vivir con el enemigo potencial”. Se enamoran de ellas personas con fobia social, que encuentran ideal al paranoide porque tampoco le gusta la gente, aunque en su caso sea por miedo al ridículo.
El sociópata o antisocial, encantador en la fase de conquista, es muy peligroso. Ve al otro como a un objeto. "Es como un depredador que tiene que sobrevivir en una selva: piensa que el débil merece ser la víctima y dice a su pareja: si te golpeo es porque tú te lo has buscado. Es el típico caso de los amores violentos que subyacen en la mayoría de mujeres maltratadas". Conquistan el corazón de quien busca alguien que les defienda en la vida, a otros que piensan que son valientes o a los adictos al peligro. El amor histriónico no es exclusivo de las mujeres: son personas teatrales con comportamientos seductores y exhibicionistas, que ven intimidad donde no la hay. Exigen atención constante y "son como un barril sin fondo: Cuanto más amor les das, más afecto reclaman"
El obsesivo es controlador y considera a su pareja ineficiente. Son un buen partido para muchos porque es responsable, pero suele tener problemas sexuales y para expresar emociones. Como pueden ver que con su problema pueden perder a la persona que aman, tienen un tratamiento más fácil.
El pasivo-agresivo tiene un conflicto porque necesita y rechaza al mismo tiempo la autoridad de su pareja. Sabotean la relación y no cumplen ningún compromiso con la pareja, pero atraen a co-dependientes que quieren protegerlos. El agujero negro afectivo es el esquizoide. Es la máxima exposición de la indiferencia. "El antisocial te desprecia, no tienes valor para él; el narcisista menosprecia, vales menos que yo, y para el esquizoide, no existes"

… en esta instancia deje la lectura… estaba demasiado aturdida, necesitaba ordenar mis ideas… evidentemente había cambiado el foco de atención. Quizás una adecuación siniestra entre el artículo y la realidad influyeron en esto. En el artículo había preguntas sin respuestas: ¿que es lo que nos atrae a esas personas? ¿Acaso tendré un estilo afectivo que es mejor evitar?

3 de septiembre de 2008

La colina de la vida

Casi casi nada me resulta pasajero todo prende de mis sueños y se acopla en mi espalda y así subo muy tranquilo la colina de la vida. Nunca me creo en la cima o en la gloria, eso es un gran fantasma creado por generaciones pasadas, atascado en el camino de la vida. La realidad duerme sola en un entierro y camina triste por el sueño del más bueno. La realidad baila sola en la mentira y en un bolsillo tiene amor y alegrías, un dios de fantasías, la guerra y la poesía. Tengo de todo para ver y creer, para obviar o no creer y muchas veces me encuentro solitario llorando en el umbral de la vida. Busco hacer pie en un mundo al revés busco algún buen amigo para que no me atrape algún día, temiendo hallarla muerta a la vida. La realidad duerme sola en un entierro y camina triste por el sueño del más bueno. La realidad baila sola en la mentira y en un bolsillo tiene amor y alegrías, un dios de fantasías, la guerra y la poesía.
León Gieco

De paso

Decir espera es un crimen, decir mañana es igual que matar, ayer de nada nos sirve, las cicatrices no ayudan a andar. Sólo morir permanece como la más inmutable razón, vivir es un accidente, un ejercicio de gozo y dolor. Quien pone reglas al juego se engaña si dice que es jugador, lo que le mueve es el miedo de que se sepa que nunca jugó. La ciencia es una estrategia, es una forma de atar la verdad que es algo más que materia, pues el misterio se oculta detrás. Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento, que el pensamiento es estar siempre de paso, de paso, de paso.. de paso... Hay demasiados profetas, profesionales de la libertad, que hacen del aire, bandera, pretexto inútil para respirar En una noche infinita que va meciendo a este gran ataúd donde olvidamos que el día sólo es un punto, un punto de luz. Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento, que el pensamiento es estar siempre de paso, de paso, de paso... de paso...

León Gieco

31 de agosto de 2008

¿Como incendiar un microondas en 10 minutos?

Instrucciones:

Es muy simple… primero tienen que buscar un calabacín mediano y lavarlo muy bien. Luego pueden optar por un cuchillo grande, afilado (que en mi caso obviaré, por razones que expondré a posteriori), y proceder a cortar rodajas finas del calabacín. Una vez cortadas, disponga las rodajas en un plato con sal a gusto y colóquelas en el microondas. Oprima la opción “pizza” una sola vez. Esto le dará una duración de 10 min en su potencia máxima. Realizado lo anterior, ponga su cerebro en “off”, y siga haciendo lo que estaba haciendo antes que decidiera acabar con la vida útil de ese electrodoméstico. Al cabo de un tiempo, escuchará los gritos de alguno de sus familiares y/o vecinos, los cuáles le harán volver a la realidad. Diríjase a la cocina y… abracadabra… incendió un microondas… ¿?

Seguramente se estarán preguntando que significa lo anterior… aunque algunos de ustedes (lo que aún no lo saben), deben estar comenzando a esbozar una mueca de lo que será una carcajada, proseguida de frases tales como: ¡No podés!... pues si, si pude… incendié un microondas con unas rodajas de calabaza!!…

¿Qué como pasó? Tal cuál esta detallado en las instrucciones. Y lo peor de esto, es que siempre lo hacía… (no me refiero a incendiar microondas, sino a cocinar de esta manera el calabacín) ¡no se en que momento pasó!...
Cuando escuché la voz grave de mi viejo, retomé conexión satelital con el planeta Tierra y corrí a la cocina… era tarde… me encontré con la siguiente escena: abierta la tapa (que obviamente la abrió mi papá), desconectado, negro (por las llamas), con algunas piezas derretidas al igual que la cubierta protectora de la puerta y con el plato de rodajas de calabacín carbonizadas, aún humeantes… un desatre!!!... al lado, mi papá, quién me observaba con un rostro desencajado y regresaba la vista al aparato. Como si fuese miembro de policía judicial que acababa de llegar a la escena del crimen…

Para hacerlo gráfico, había matado al microondas y ahí estaban todas las pruebas de que había sido yo… Sentí como un interrogatorio de película policial, en donde mi progenitor, era el detective que indagaba a la única sospechosa de haber cometido el homicidio… yo…
-¿A donde estabas? -preguntó-
- …
-¿Cuanto tiempo lo programaste?
-…
-¿Qué le pusiste?
-…
En vano eran sus preguntas. Yo no respondía… no podía hablar. Estaba en un estado de “show” (no esta mal escrito, y no es shock)… lo miraba, nada más… y en mis adentros una voz decía: ¿¿porque me tienen que pasar estas cosas a mí??
El sonido de una voz grave, me hizo retornar de mis cavilaciones...
-¿Qué estabas haciendo? -indagó nuevamente
-… leyendo (que es cierto, pero que no fue para nada creíble)- respondí muy lentamente
-Pero, ¿cuanto tiempo lo programaste? -se apresuró cuestionar
-… lo de siempre…
-¿cuanto es lo que siempre?- preguntó tratando de obtener una respuesta un poco menos "monosilábica"
-...
-Pero, ¿a donde estabas?
-… en el living,,, (nota mental: las mismas preguntas desordenadas)

Mientras contestaba, miraba con asombro y desconcierto el estado del artefacto, o lo que quedaba de el. Tocaba y apretaba cada una de las piezas derretidas (ahora adheridas a la superficie del plato) como tratando de buscar algún nexo causal. Algo a lo que le pudiera atribuir el resultado... (no le heché la culpa al Toto, porque es demasiado petizo, y no alcanza la altura del microondas... Toto: mi perro pequinés)
Al parecer, el fuego se inició y no se detuvo hasta que el programa, cortó la electricidad.
Siguiendo las reglas mi experiencia, al cabo de diez minutos iba a escuchar tres “bip”, e iba a obtener “calabaza cocinada”, “no microondas incendiado”… había sucedido algo en el interín del desarrollo del programa que provocó este resultado, que obviamente no fue contemplado ni como desenlace eventual, pero que fue nefasto para el microondas. Aún así... ¡Todavía prende!

28 de agosto de 2008

¿Cómo te quedó el ojo?

Si hay algo aleatorio, son los cambios de tiempo. Ayer, sin ir demasiado lejos, me baño a los apurones, y salgo como todos los días, con la cabeza chorreando agua (literalmente)… y con una vestimenta desacorde al tiempo. Primaveral y de blanco… ya estaba de un humor peculiar dado que tenía que trabajar un feriado, y había tenido una mañana por demás accidentada. Obviamente la frecuencia del transporte interurbano se ve notoriamente disminuida en días no hábiles. Por lo que decido salir más temprano y alcanzar el colectivo de las 13.40. Si bien hay parada de colectivo es casi imposible e inhumano esperar ahí adentro , salvo que se disponga de una máscara de oxígeno, unos cuantos aerosoles de Lisoform, un traje especial del tipo aislante… y un lanza llamas; al carecer de estos elementos hay esperar cerca de la mitad de la cuadra. Pero no podía quedarme ahí, dado que el diferencial pasaba por la calle perpendicular, entonces no tuve mejor idea que pararme en la intersección de las calles. Por si no se enteraron, ayer, (no se en que momento comenzó, porque a la mañana no estaba así) comenzó a soplar un viento apocalíptico levantando toneladas de tierra, bolsas, bichos, mugre… en fin… todo volaba… y yo en la intersección de calles (o sea, en el cruce de las nubes de tierra que venían desde ambos lados, para unirse en un remolino gigantesco) claro está que al tener el pelo colando agua me encontraba en una situación que propiciaba que toda partícula voladora se adhiriera a su superficie (por lo que no quería ni tocarlo)…pensaba: ¡ya viene…! y me repetía esto una y otra vez con un tono alentador que fué decayendo y transformándose en mal humor tras esperar largos minutos...
14.10... el colectivo no aparecía… mi pelo estaba seco y duro por la tierra. Mi cara de pocos amigos, denotaba la bronca que tenía, tierra en la ropa, en los ojos… de repente pierdo la visibilidad del camino. A lo lejos, una nube marrón, venía a gran velocidad avanzando por la ruta. En eso pienso: ¡Nooo... si me agarra “eso” voy a quedar peor!” y comencé a caminar velozmente por la calle perpendicular tratando de alejarme de esa nube siniestra… ¿? … Si, ya se… es peor es remedio que la enfermedad, considerando que no sólo me atrapó la nube, si no que además una hoja, o bicho o “algo” entró en mi ojo, haciendo que tirara todo y casi sin poder ni siquiera abrirlo me dirigiera nuevamente a casa con un ardor insoportable, a los gritos buscando auxilio o un par de ojos “que vieran o pudieran ver que era lo que tenía”… acudió a mi llamado mi viejo que no entendía nada de lo que me pasaba, y tampoco podía ayudarme porque no podía abrir los ojos del dolor y del ardor (si, tenía los dos ojos cerrados. Aún cuando en uno sólo tenía el problema ¿?) Solucionado, o al menos estabilizada la visión; salí afuera nuevamente a esperar “lo que pasara” (con la desesperación y la bronca que tenía, me hubiese subido hasta en un camión transportador de pollos con tal de llegar a tiempo para no devolver ni un solo minuto!!!)…
Y ahí estaba de nuevo… en el medio de la tierra. Respiraba tierra, veía tierra, masticaba tierra, olía a tierra… a lo lejos veo el colectivo… cruzo velozmente la calle y segundos antes de subir… otra cosa en el ojo!!!... para esto ya estaba arriba, el chofer hablaba, yo ni lo escuchaba… no podía… encima de la gran irritación que ya tenía, otra partícula había entrado en el mismo ojo haciendo que cada parpadeo fuese un verdadero martirio. Fotofobia, lagrimeo constante, dolor y ardor…
Vale aclarar que no le atino nunca al clima… no hay un solo día en que diga: hoy la pegué!... No! Eso no sucede! Por el contrario abundan los días en que salgo muy ligera de ropa (sin abrigo) y cuando subo al colectivo, empieza a soplar un viento huracanado del sur, o unos nubarrones empiezan a amenazar con piedra, nieve, lluvia ácida... (lo que sea) O bien, demasiado abrigada… y acá muchos acotan pero “sacate algo y lo solucionás”… Mmm… pues no, porque tengo un extraño vicio y es el de ponerme debajo remeras bastante transparentes o escotadas (esas que ni loca me pondría como única prenda, pero que las uso cuando está frío como camisetas debajo de un polerón o un o algo bastante grueso ) Obviamente, ya estoy arriba del colectivo y no hay demasiadas posibilidades de regresar por abrigo, ni paraguas, ni de optar por algo más liviano… me consuelo y me digo: “¡Ya fue!”… ¿? Si, como no… las 9 cuadras que debo recorrer desde la parada al trabajo me harán dar cuenta de que “no fue”…
Como es habitual, con “mi suerte” y mi habilidad para predecir el tiempo, seguro que descendí del colectivo y comenzó a diluviar, o una tormenta de tierra está azotando la ciudad, o los marcianos están atacando… y lo mejor es que aún así, tengo que recorrer esas 9 cuadras, sin abrigo, sin paraguas (seguro estoy transportando algo que no puede humedecerse porque se estropearía)… y sin defensa contra los marcianos. Agrego también en que hay que caminar por el centro, en esas estrechas veredas, sin paraguas, esquivando los paraguas de los demás… He notado que los que tienen paraguas, caminan bajo los aleros de los edificios, mientras que los desprotegidos, en el intento de conservar la vista evitando las puntas de los paraguas de los demás, terminan caminando bajo el agua, no ya de la lluvia, si no del agua que cuela de los techos, paraguas, o la que salpican los autos que pasan a gran velocidad por charcos…
Y si hace calor… seguro que voy cargadísima de cosas… entre las cuáles se encuentra una campera con la que podría pasar el polo…
Definitivamente… el tiempo y el pronóstico del mismo, no son mi fuerte.

19 de agosto de 2008

De la trinchera, al frente...

Si hay algo que todavía no puedo hacer es relajarme o pensar en otra cosa cuando hay algo que me está preocupando, o determinada situación me provoca abstracción, de la que no me es fácil salir. No es con todo, sólo que con situaciones o personas en particular, que tiene un determinado grado de importancia, o al menos tiene un significado para mí.
Quizás el comentario más frecuente que escucho es: “¡ya está! ¡Pensá en otra cosa!...” ¿…? Como si mi cabeza fuese un reproductor de CD, y en caso de escuchar la misma música puedo cambiar la bandeja o de pista…
Les pregunto algo, (y sin ánimo de ofender a nadie)… ¿COMO HACEN? ¿Cómo hacen para pensar aquello que quieren. Como es que adquirieron ese nivel de control mental (o de represión) para elegir que pensar y que no… o en quién si y en quién no…?
Admito que yo intento acallarlos, no escucharlos, llenando cualquier espacio con actividades, ocupando todo, pero todo el tiempo… pero aún así nunca dejé de pensar en “eso que esta dando vueltas”, o si cambié la temática, por abocarme a otra actividad que me demandaba concentración pasa a un segundo plano, pero no se va.
Demoré la entrada al blog, porque el CD está reproduciendo la misma pista hace un par de semanas… Hace un tiempo vengo esbozando una teoría (una de las tantas). Esta es de: "La amenaza del mal venidero". Ese que muchas veces nos frena, y por el cuál nos acobardamos para emprender nuevos rumbos y aventurarnos a la conquista de horizontes desconocidos. Pero… ¿miedo a que?, ¿al fracaso, a herir nuestro amor propio, a salir lastimado?... ¿A perderlo todo? ¿O a tener que trabajar tan duro para conseguir algo que ya teníamos? (esto ya sería vagancia); ¿o estamos demasiado “cómodos “ en nuestra actitud “si no arriesgo, no pierdo”... pero tampoco se gana… Si al fin y al cabo… ¿de que se trata vivir entonces? ¿de estar encerrado? ¿De estar atrincherado?...
¿Y que es una trichera?. Me remito a su definición según el DRAE: “Zanja defensiva que permite disparar a cubierto del enemigo.” Esto, claro está, aplicado en el ámbito militar.
Pero voy a hacer una comparación con lo personal, lo sentimental... y por que no con el proceder de muchas personas, incluyéndome... ¿Quién no cavó y se agazapó en una trinchera en alguna oportunidad o frente a una situación, que lo dejó "no del todo bien"? Visto desde esta perspectiva. podría aseverar que una trichera es: un lugar delimitado, en el cuál no hay demasiada libertad de movimientos, y la actividad de quién se encuentra en ella, es básicamente una sola: defensa. ¿De que o de quién? NO IMPORTA. La cuestión es defenderse de algo que según nosotros es “dañino”. Quiero destacar otro aspecto de la definición primigenia, que se adapta plenamente a nuestra analogía, “…permite disparar a cubierto”, o lo que es lo mismo, camuflado, aparentando ser lo que no es; esperando que el enemigo avance confiado para asestar el blanco, y dependiendo desde el punto en que se encuentre el observador, se consideraría cobardía.
Bien, les diré que para mi una trinchera, no es más que “un hueco enlodado en el que me revuelco, o al menos me venía revolcando”. Una vez dentro de la trinchera, no es fácil salir. Por temor a que el enemigo circunde la zona. El habitante se encuentra, “felizmente limitado”… ¿? Pese al aislamiento, y necesidades que se sufren dentro de ese pozo, se disfruta del barro y del las inclemencias del tiempo. Esa zanja otorga una pseudo seguridad, o protección que no tiene el soldado que va al frente, al cuál le llueven los disparos y los ataques, pero no por eso abandona el campo de batalla. Uno a uno ve caer a sus amigos, y sin embargo sigue, pero ¿que lo impulsa?... ¿la gloria? ¿La victoria?... o cayó en la cuenta que su existencia es demasiado efímera y fugaz como para permanecer oculto en un hueco… y se dedicó a vivir y a sentir… ¡pero en serio!. O tal vez reflexionó, que ninguna situación se vuelve a repetir (al margen los “deja vu”) y que “lo que no mata, fuerza te da”… o tal vez oyó ese proberbio griego que reza: "Mientras el tímido reflexiona, el valiente va, triunfa y vuelve"...
Nadie advierte que camino hay que tomar, y en nuestras decisiones, puede que nos equivoquemos. En el momento, uno sale al circo romano, como un gladiador, a pelearla… con lo que tiene, dejando los miedos, defendiéndose con lo que sea, pero de cara al atacante… matar o morir… sólo para conseguir la libertad (como los gladiadores) o la felicidad (en nuestro caso)

3 de agosto de 2008

¿Durmiendo con el enemigo?

La motivación que me impulsa a escribir este blog, no es hacer un biografía ni mucho menos una crónica de lo que diariamente sucede en mi vida. Como sucedió alguna vez, no le encuentro demasiado sentido relatar minuciosamente cada actividad desarrollada. La intención es más bien compartir ideas, pensamientos, haciendo una que otra alusión a situaciones ya vividas por mí que vendrían a avalar, o en su caso, a graficar lo expuesto.
Si bien me he demorado en realizar esta entrada, no fue por falta de ganas ni de temas. Fue más bien porque he estado tratando de normalizar “mi sueño”. Si, insomnio… Los que me conocen saben que hace un par de meses que convivo con el. Al principio, era algo eventual, y resultaba cómico ver mi expresión de “trasnochada”, ojerosa, tratando de compensar las horas que no había descansado, durmiendo en el colectivo, en los coachings del trabajo, en los breaks, conteniendo los bostezos en clases tras la mirada inquisidora de algún que otro profe… Sólo puedo aseverar que ya no es gracioso ni muchos menos amena esa situación, de hecho al llegar la noche, hay como un temor en no poder dormir…
Para explicarlo mejor… siempre hay un momento en que me ataca el sueño atroz. En ese momento se me hace imposible casi mantener los ojos abiertos. Viene acompañado con una serie de síntomas tales como: bostezos de manera reiterada, lagrimeo constante, una pseudo sordera, pesadez en los hombros, anulación mental (por más que lo intente mi cerebro se apaga y no es capaz de registrar ni retener información alguna)… es como si se “me llenara la cabeza de sueño”. Para cuando acaece este momento, tengo que estar acostada o irme a acostar de manera inmediata. Si pasa ese lapso de sueño galopante y continúo despierta… me resulta imposible conciliar el sueño con posterioridad.
Sucede aquí, que comienzo a dar vueltas como si estuviera en una licuadora (dentro de la cama), buscando una posición óptima que me relaje, o más bien ese “huequito adormecedor” que todas las camas tienen, ese espacio que induce al sueño… No hay forma, no está; es como si me hubiesen cambiado el colchón. Entre las vueltas ya se zafó la sábana (para lo cuál me tengo que levantar a acomodarla) me sobreviene un acaloramiento, me pongo fastidiosa, nerviosa, tratando de determinar que me pasa… termino levantándome y deambulando por toda la casa de un pésimo humor, aguardando se caliente agua para preparar alguna infusión. Cuando está lista vuelvo a mi habitación... otra vez la misma sensación tras cerrar la puerta... Me acelera los latidos del corazón. Los minutos continúan su normal recorrido… prendo el equipo de música, lo apago. Enciendo el velador, leo unas páginas de algún apunte, miro el reloj, regreso la vista al apunte, miro nuevamente el reloj (un poco más ansiosa que la primera vez)... caigo en la cuenta de que mis días no me permiten una siesta, por lo que me va a resultar demasiado difícil afrontarlo sin haber descansado, por lo que dejo de lado la lectura y me dispongo a dormir… Dormir... ¿Cómo si fuera fácil?
Es de público y notorio conocimiento, que soy una persona que disfruto de la soledad, pero hace un tiempo que eso no ocurre, sobre todo por las noches. No puedo expresar exactamente lo que me pasa, pero para hacer un acercamiento, es como si de momentos tuviese miedo de estar sola conmigo… ¿? Es extraño, raro e imposible no quedarme conmigo, pero en algún punto, mis pensamientos me aturden. Tras el saludo de buenas noches y el posterior encierro en mi habitación me invade una sensación extraña… mucha ansiedad, angustia… pero ¿porque?
Quiénes me conocen, me habrán escuchado esbozar frases como: “Mi cabeza es mi propio revólver” (aludiendo a un tema de Soda Stereo). Esto se debe a que hay veces en que simplemente, no se detiene. No hay interruptor, o no funciona. Miles de ideas, pensamientos, teorías, acotaciones, suposiciones, recuerdos de situaciones vividas e incluso diálogos mantenidos con otras personas fluyen libremente sin ningún tipo de restricción. Si bien lo hacen de manera habitual, en estas situaciones particulares interviene otro factor: la proyección.
Normalmente, ante un determinado acontecimiento, suelo encontrar una pseudo tranquilidad, cuando puedo visualizar la solución, o sin visualizarla, puedo al menos determinar los cursos de acción para modificar lo que me está perturbando; y a la vez, me convenzo a mí que puedo llevarlos a cabo… pero hay veces en que ese razonamiento, no sirve. Hay algo o alguien que opaca cualquier pensamiento positivo, alentador, constructivo que pueda llegar a surgir… ese alguien soy yo… con un montón de dudas, miedos inseguridades, que en ese momento no se hacen esperar para salir a escena y tomar protagonismo, abriendo cicatrices, desenterrando muertos, liberando fantasmas… semejante a "La Caja de Pandora".
Acá podría llegar a asegurar de que ya no se si estoy “tan” a salvo conmigo. Esto surge como especie de contestación a un comentario realizado por “Alma” Ella planteó como siempre muchas, muchas preguntas, que también yo me hago sólo que se encuentran todas apelotonadas en mi cabeza, pisándose unas a las otras, desesperadas por poder salir… Ocurre que en ese anhelo por emerger, todas quedan atascadas en la salida, anulándome para elegir una por la cuál optar para darle tratamiento…
Muchas veces me quejé, e incluso me enojé porque no me escuchaban o no me prestaban atención. ¿Y ahora que pasa? ¿Que pasa cuando soy yo la que no me quiero escuchar? ¿Qué pasa cuando ni siquiera me hago escuchar? Y cuando ni siquiera acepto ayuda, ¿es porque no la quiero, porque no me animo a pedirla, o es para no mostrar ni un ápice de debilidad?... tal vez no se como pedirla… Muchas veces me imagino como cayendo al abismo, gritando de manera desgarradora sin que nadie se percate, ni siquiera yo… Otras veces siento que no tengo un lugar (en el sentido de grupo de pertenencia”), o no me lo hago, o no quiero hacérmelo… otras tantas, utilizo mis “aires de omnipotencia” (yo puedo con todo, tengo todo bajo control, no necesito ayuda), y me muestro autosuficiente, cuando en realidad estoy pidiendo a gritos ayuda porque se me fue todo de las manos o sólo necesito una mano amiga, o un abrazo contenedor, o unas palabras de aliento, que me devuelvan un poco de paz, de tranquilidad…contradicciones constantes en mí…“haz lo que digo, pero no lo que hago”, se aplica en su totalidad en mi actuar cotidiano…

27 de julio de 2008

Pasos al pasado...

Hay días en los que sencillamente no se muy bien que me pasa; o tal vez si lo sé, pero no encuentro palabras que expresen exactamente lo que siento… hay días en que me invade una extraña sensación, que reúne de todo “un poco”: un poco de mal humor, un poco de aislamiento, un poco de melancolía, un poco de decepción, un poco de soledad…
Son esos días en los cuáles despierto predispuesta para estar "bajón". Por lo general, con acordes nostálgicos que resuenan, producto de la programación de la alarma en equipo de música, que denota el comienzo de la jornada… Lentamente voy regresando de ese país de sueños, para enfrentar lo cotidiano. Quizás alguna situación, una imagen, o alguna evocación de lo soñado, incrementen mi sensación de desánimo.
Puedo permanecer unos minutos en mi lecho hasta que acabe la canción programada, dispongo de esos breves momentos, ya que fue previsto con antelación. Siempre lo hago, me gusta empezar con un ritmo mucho menor que el que tengo que llevar y mantener durante el transcurso del día. No obstante, hay ocasiones en las que tengo que salir casi a la velocidad de la luz, ya sea, porque me dormí o me entretuve con alguna cosa (la mayoría de las veces, demoro buscando algo que quizás estuve visualizando hasta unos momentos antes de salir, pero en el momento en que apremia el tiempo, misteriosamente desaparece)
Me desperezo, y me siento al borde de mi cama, absorta en mis pensamientos, tratando de determinar con que ánimo voy a enfrentar el día. Se acaba el tema, por ende el tiempo destinado a la “fiaca”. Me levanto, me baño, mientras dejo la pava en el fuego. Una vez que me vestí, desayuno mientras recojo libros, cuadernos necesarios para materia del día; y salgo a esperar el colectivo. Por lo general, al viajar en horas pico, va abarrotado de gente. Haciendo malabares para sostener los libros o el bolso, me las ingenio para mantener el equilibrio; aunque es irrelevante que lo haga, dado que resulta casi imposible moverse entre tanta gente. Observo los rostros y las posturas de los pasajeros. No se los nota animados. Algunos de los que viajan sentados, duermen profundamente, como si de esta manera trataran de continuar el sueño interrumpido por el sonido del despertador. Los que viajan de pié lo hacen con postura rígida, seria, un tanto adormecida, ensimismados.
Retiro mi vista de los demás, enciendo el mp3 y regreso a mi introspección… el motivo de mi abatimiento… sin razón aparente. Pero siempre hay razón, sólo que aún no logré individualizarla…
Uno a uno, descienden los pasajeros dejando un poco más de espacio. Nuevamente, regreso de mis cavilaciones a la realidad. Quedan pocos pasajeros de pié, y el chofer intentando cumplir el horario tiende a acelerar. Por lo que ya se torna bastante dificultoso, al menos para mí mantener el equilibrio. Concluye el viaje. Desciendo. Y comienzo a caminar hacia la facultad. Sólo una cuadra me separa… (lo provechoso de estudiar una carrera con la Fac. ubicada en el centro). Aboco todos mis sentidos a la clase, dejando de lado el motivo de mi meditación, “cuando no tenga nada que hacer”, me digo a mí misma.
A partir de ese momento, me sumerjo en una vorágine de actividades contra el reloj. Vale aclarar, que continúo percibiendo que hay algo que no está bien, hay algo adentro, que me incomoda, en algún punto me irrita… y que las actividades no son más que parches para no pensar. Con suerte y el mp3 al máximo logre evadirme “un poco más”… ¿pero hasta cuando?... Y acá me gustaría citar fragmentos de un tema, si bien nunca le había prestado atención a la letra, cuando lo hice, me hizo pensar y mucho: “no reconozco el punto justo donde hay que frenar. Me preguntaba lo que había dado y lo que me habían dejado, me respondieron que en la vida hay que aceptar…”, “debo haber estado dando pasos al costado, paralizado por el miedo de saber la verdad” “mejor abrir los ojos para saber lo que te gustaría hacer. Es el momento en que todo comienza de vuelta, mi corazón está alerta y el tuyo también. Todo el tiempo vivido me sirve de ejemplo, para no volver a caer”…
Inevitablemente muchas preguntas se agolpan en mi cabeza… ¿Cómo se frena? ¿Frené alguna vez? ¿Hasta que punto estoy pendiente del pasado? ¿Acepto como se dieron las cosas, y que como pasado, “pasaron”? ¿Estoy caminando en círculos alrededor de una verdad por demás evidente, la cuál me empeño a no ver? ¿Tengo un caparazón que uso como defensa? De quién me defiendo… ¿De los demás o de mí? (Mi teoría del caparazón: Defensa que antepongo ante toda relación, y/o persona que intenta ingresar en mi vida. Bajo el caparazón que me oculto, hay inseguridad y temor, resultado de experiencias previas, que se resumen en decepciones y fracasos)
Finaliza el día, al menos la actividad. Regreso de noche a casa, luego del trabajo. Aún continúa “eso” dentro de mi cabeza… será cuestión de cansarme un poco más con alguna actividad extra, aguardando impaciente la visita de Morfeo… quizás mañana al escuchar nuevamente la canción que indique el comienzo del movimiento diario, haya desaparecido…
Actualmente mis mañanas son más relajadas, dado que al estar de vacaciones (si se les puede llamar así), si bien me levanto temprano, me quedo en casa estudiando. Alterno horas de estudio, haciendo algo que me relaje. Hace bastante que utilizo la escritura como método catártico, sólo que no en forma pública. Empezó hace unos cuántos años atrás, cuando me regalaron un “diario íntimo”. Admito que cuando me lo regalaron, no le encontraba ninguna utilidad. Escribir vivencias de manera periódica, me resultaba aburrido… que iba a comentar? ¿Que me levantaba a las 6.30 hs. para ir al colegio en el cuál tenía doble turno, y que regresaba a casa a la tarde a las 19 hs.? ¿Qué hacía la tarea a los apurones? ¿Qué me levantaba a estudiar a las cinco de la mañana, y con la excusa de “cinco minutos más”, modificaba el despertador cada vez que sonaba y me volvía a dormir hasta la hora en que ya tenía que levantarme, sin estudiar absolutamente nada? ¿Qué tenía pánico de hablar en público (aún lo tengo), y que cómo en la mayoría de los actos de fiestas patrias, tenía que leer, obligaba a una compañera a que subiera al escenario conmigo para que sostuviera el micrófono; dado que me atacaba un estado tal de nervios que me temblaban las manos y no podía leer lo que tenía en la hoja sin no la sostenía con las dos manos? ¿Qué era bastante “nerd” y nunca copiaba? ¿Qué en los seis años de secundaria no hubo un solo día que llegara temprano? ¿Que era demasiado tímida y callada? ¿Que la mayoría de las veces me olvidaba algo del uniforme por lo cuál siempre me llamaban la atención? ¿Qué en los primeros años mi vieja no quería que levantarme el ruedo de la pollera, entonces me la enroscaba para que quedara más corta? ... no, definitivamente no me parecía entretenido. Cabe destacar que tenía 14 años.
Una serie de sucesos algo desafortunados, hicieron que empezara a cronicar día tras día lo que me iba sucediendo. Algo así como el “Diario de Ana Frank”, adaptado a mí. Al igual que Ana, yo estaba literalmente encerrada, aislada del mundo exterior. Si bien las circunstancias que llevan al aislamiento eran abismalmente disímiles, la característica del encierro era el factor común. Ella por la persecución de alemanes nazis, yo por la persecución de una enfermedad que no me daba mucho margen para actuar por cuenta propia. Ella se encontraba golpeada psicológicamente por lo que estaban padeciendo sus congéneres, yo lo estaba por lo que estaba soportando mi cuerpo. Ella no comprendía los motivos del encierro. Si bien yo los comprendía, no los aceptaba. Ella se resguardaba de los ataques de los alemanes, yo de los “factores externos” dañinos en extremo para un organismo casi sin defensas…
Acá es donde muchas veces me pregunto que hubiese pasado en caso de suprimir estos acontecimientos que trasladaron fantasmas al presente. Creo que todo hubiese sido distinto. ¿Estaría donde estoy, o tendría esta forma de ser, mis preocupaciones serían otras? ¿Y con respecto a los miedos?… en fin… El aleteo de una mariposa, provocó un tifón… en mí.
A partir de ese momento, y hasta el día de hoy, continúo escribiendo. En esos momentos desesperantes, encontré algo de paz en la escritura. Antes, de manera muy reticente y privada. Ahora, dentro de este espacio “catártico”, no me siento coaccionada ni limitada en cuanto a forma de expresarme, por lo que me da una sensación de libertad mayor que la que se genera cuando lo hago en privado. Obviamente críticas a mi forma de pensar van a surgir miles, pero tal vez ahora esté un poco más abierta a oírlas. Si bien soy muy terminante con respecto a temas puntuales, no significa que yo tenga la verdad universal, de hecho dudo que alguien la tenga…

22 de julio de 2008

Viaje a lo inesperado

"…Brindar información correcta, completa, respetando al cliente…" ¿? Una de las tantas pautas que debo aplicar a rajatabla dentro de mi ámbito laboral… como si fuese fácil… No voy a reunir a todos en una misma categoría, pero hay cada uno… sinceramente no sé de dónde salen. Es más, tengo la leve sospecha que a la salida de los neuro-psiquiátricos regalan chips a cualquier desquiciado que circula, dentro o fuera del mismo (a veces son peores los que están fuera que los que están dentro, lo digo como “pertenceciente al grupo de los que están que está afuera”; pero al menos, no llamo a atención al cliente cada 3 minutos). Las empresas que proveen servicio de telefonía celular, tendrían que hacer test psicológico para constatar que el futuro usuario, se encuentra facultado para el uso de la línea (o al menos, los que se comunicarán ante una eventualidad al servicio de atención a clientes); además la idea de un curso orientado a: normas de convivencia, uso, mal uso y abuso del celular, geografía (al menos que sepa en que lugar de la República Argentina de encuentran domiciliados), memorización de datos personales, algo de análisis y compresión de textos, modulación y gesticulación, consultar en forma concreta evitando acotaciones como (porque a mi vecina…), escucha activa, algo de educación, un poco de apertura de pensamientos… parece exagerada mi petición? Pues no lo es. Mientras no exista algo de lo antedicho es un padecimiento ser asesor, operador, telemarketer, agente… lo que sea que derive en el trato con los clientes. Vale la aclaración que hay clientes y/o usuarios que son realmente “el sueño del asesor” escuchan, son concretos, no gritan, si se molestan lo expresan en forma educada… y a esta gente, realmente da ganas de atenderla.

Primero que nada, admiro la capacidad de invención que tiene algunos. Cosas como: -¿y la promoción que me daba 15 bizcochitos si enviaba 30 mensajes?...( Ahh… bueh, que significa esto???? De que lugar recóndito de su cabeza sacan cosas así???!!).
- No Sr. No hay ninguna promoción con las característica que menciona.
- Que??? No querida, yo mandé los mensajes y quiero los bizcochitos!
- Sr. NO hay ninguna promoción de ese tipo, ni la hubo ¿entiende?
- No!!! Vos no me entendés!! Pasame con tu supervisor!!!
- Sr. Mi supervisor le va a informar lo mismo que le acabo de decir...
- PASAME CON TU SUPERVISOR!!!
- ...Bien, aguarde un momento en línea.
(aca lo holdeás y pensás… genial, una llamada por supervisor. Y cuando repetís la demanda del cliente, simplemente no lo podés creer… Quiere bizcochitos!!...)

Otra cosa que molesta y mucho son los malditos regateadores de precio. Llaman con la idea de que son clientes hace x cantidad de tiempo, quieren bonificación, precio menor en equipos, que le lleves el equipo a su casa lo antes posible… dan ganas de responder, Sí, Sr. Necesita que le saque el perro también??! (con tono sarcástico). También encajan los que llaman para decir: yo no pienso pagar la factura!!! Y se quedan callados esperando una respuesta de mi parte…(Nota mental: hay un gesto que lo realizo de manera involuntaria pero notoriamente perceptible a la vista de los demás, es levantar la ceja izquierda. Por lo general, cuando alguna situación o comentario me deja estupefacta. Obviamente ante lo planteado por el cliente, sobreviene el gesto). Recuerdo el entrenamiento a la gestión. La mayoría (muy pocos habían trabajado anteriormente en un call, por lo que gran parte de los conocimientos que íbamos incorporando, eran desconocidos, e incluso, algunos daban miedo). Personalmente, me daba miedo el cliente. La capacitadora, una y otra vez repetía:”-Chicos, identifiquen la necesidad del cliente. Eso los ayuda a saber que es lo que quiere, y así sabrán gestionar de acuerdo a lo solicitado”… retomando el relato de la llamada, ante lo expuesto por el cliente no me queda otra que pensar: Y que quiere? que se la pague yo??!!

Están también los que llaman para obtener información. Tienen que escuchar y NO LO HACEN. Están los que gritan, gritan, gritan, insultan y continúan gritando… (En estas situaciones me anulo, la poca atención que podía llegar a estarle prestando a quién está del otro lado de la línea, se esfuma; quedo en “off”), y lamentablemente (para ellos) hasta que no perciba el tono calmado en la voz de mi interlocutor; voy a hacer que repita su versión, una tras otra, y otra vez… a lo cuál, entre frase y frase escucho: “-No es personal, ya se que no tenés nada que ver!!!” …pero si no es personal… porque me lo hacés padecer a mí!!?

Están los que llaman porque, evidentemente, no tienen con quién hablar; llaman por razones varias, y no cortan jamás… y si intentás hacer un cierre con frases como: “¿tiene otra consulta?”; fuiste!!! Porque tienen miles de consultas, sólo que no las hacen porque los aturdimos de tal forma con la velocidad de nuestro discurso, que cuando asimilan la respuesta, ya cortaron. (Nueva nota mental: es que de eso se trata, hablar con excesiva rapidez, bajar el tiempo en llamada, aturdirlo, tratar de no ponerlo en espera… sólo para que no piense en otra cosa para preguntar. Feo, no?)

También están los que preguntan, preguntan, preguntan, vale la aclaración de que no tienen mucha noción, pero tampoco respetan el momento en que estás explicando. Interrumpen con otra pregunta. Ah… pero si le decís… ¿me deja terminar?, responden –pero que insolente que sos!!!. Insolente yo??!!! A ver… para empezar… ¿Quién llama a quién? ¿Quién tiene la información que necesita? ¿Quién estaba hablando y fue interrumpido? Elementos básicos en la comunicación, emisor-receptor-mensaje. Dos emisores… NO hacen comunicación, por lo tanto si le tocó ser receptor, cállese y “recepte”, o sea, escuche. En contrapartida a lo anterior, están los que no preguntan nada, por lo tanto acá desarrollo mi monólogo telefónico (modalidad de gestión, importe, formas de pago, entrega, fechas). Doy por concluido mi rol como emisor y cedo la palabra a mi oyente… quién se limita a decir con un tono “casi” inocente: -¿y la forma de pago?... no puedo evitar mi gesto de sarcasmo, bronca, decepción… (agradezco no atender de forma personalizada), sólo me limito a levantar un ceja… tomo aire y repito todo de nuevo… a modo de ejemplo:
-Sr. El pago telefónico es SOLO con tarjeta de crédito
-Ahh… y de débito no?
-No, solo tarjeta de crédito
-… emm… y financiado en la factura?
-No
-Ahh… y con efectivo?
-…
…DIOS!!! NOOOO!!! Que parte de SOLO tarjeta de crédito no se entiende?!!

Están los que tratan de apelar a los buenos sentimientos de los asesores. Por lo tanto cuentan historias, o hablan con tono“suavecito”, o el trato siempre es precedido por algún calificativo como: “amorosa”, “dulce”, “preciosa”… Lo que ellos no saben, y ni siquiera perciben que todos los que estamos “del otro lado”, resultamos inconmovibles en la mayoría de los casos. Con el paso del tiempo, se adquiere una personalidad “jabón”; por lo tanto todo te resbala, los malos comentarios, los buenos, los gritos, los caprichos… vale aclarar que ya casi no noto la diferencia entre sus timbres de voz, son todos similares… las preguntas son las mismas, sólo cambian sus nombres.

La mayoría de las veces, salgo del trabajo bastante subsumida en mis pensamientos. Aturdida, un tanto enajenada. Incluso no hace mucho, “me latía” el ojo… da miedo, pero es cierto. Tenía la sensación de que cuando me encandilaban los autos, me enceguecía.

Llego a casa sin ganas de nada. Camino de manera autómata a la computadora. La enciendo, y permanezco el tiempo necesario como para apaciguar mi espíritu. Y si, mucho usan terapia de aromas, sahumerios, etc. Yo encuentro mi sosiego, (o quizás me encuentro a mi), en juegos como el Tomb Raider, o escuchado música muy fuerte, o jugando al ajedrez con mi viejo, o escribiendo…

La pregunta es: ¿Por qué no busco otro trabajo y dejo de quejarme?...las respuestas son muchas, todas válidas, pero no me decido por cuál optar. Comodidad o vagancia, es lo primero que se me ocurre. He considerado la opción de que me gusta quejarme; o que lo hago de odiosa que soy, y que por más que cambiara de trabajo, no tardaría en encontrar objeciones. Tal vez lo hago, porque no me convence la gestión, ni las horas que dilapido ahí adentro, trabajando para una multinacional que paga dos monedas por un trabajo insalubre, cuando facturan millones. O quizás he asumido que es algo temporal, a la vez un “medio” (ya sea por la cantidad de horas, o el horario) que me permite alcanzar lo que realmente quiero y me apasiona… Pensar en esto me basta para que todos los días, emprenda el viaje a lo inesperado a las 15 hs. (durante 6 o más horas), me calce la vicha y diga: “-Buenas tardes, mi nombre es Cecilia, ¿en que puedo ayudarle?