3 de agosto de 2008

¿Durmiendo con el enemigo?

La motivación que me impulsa a escribir este blog, no es hacer un biografía ni mucho menos una crónica de lo que diariamente sucede en mi vida. Como sucedió alguna vez, no le encuentro demasiado sentido relatar minuciosamente cada actividad desarrollada. La intención es más bien compartir ideas, pensamientos, haciendo una que otra alusión a situaciones ya vividas por mí que vendrían a avalar, o en su caso, a graficar lo expuesto.
Si bien me he demorado en realizar esta entrada, no fue por falta de ganas ni de temas. Fue más bien porque he estado tratando de normalizar “mi sueño”. Si, insomnio… Los que me conocen saben que hace un par de meses que convivo con el. Al principio, era algo eventual, y resultaba cómico ver mi expresión de “trasnochada”, ojerosa, tratando de compensar las horas que no había descansado, durmiendo en el colectivo, en los coachings del trabajo, en los breaks, conteniendo los bostezos en clases tras la mirada inquisidora de algún que otro profe… Sólo puedo aseverar que ya no es gracioso ni muchos menos amena esa situación, de hecho al llegar la noche, hay como un temor en no poder dormir…
Para explicarlo mejor… siempre hay un momento en que me ataca el sueño atroz. En ese momento se me hace imposible casi mantener los ojos abiertos. Viene acompañado con una serie de síntomas tales como: bostezos de manera reiterada, lagrimeo constante, una pseudo sordera, pesadez en los hombros, anulación mental (por más que lo intente mi cerebro se apaga y no es capaz de registrar ni retener información alguna)… es como si se “me llenara la cabeza de sueño”. Para cuando acaece este momento, tengo que estar acostada o irme a acostar de manera inmediata. Si pasa ese lapso de sueño galopante y continúo despierta… me resulta imposible conciliar el sueño con posterioridad.
Sucede aquí, que comienzo a dar vueltas como si estuviera en una licuadora (dentro de la cama), buscando una posición óptima que me relaje, o más bien ese “huequito adormecedor” que todas las camas tienen, ese espacio que induce al sueño… No hay forma, no está; es como si me hubiesen cambiado el colchón. Entre las vueltas ya se zafó la sábana (para lo cuál me tengo que levantar a acomodarla) me sobreviene un acaloramiento, me pongo fastidiosa, nerviosa, tratando de determinar que me pasa… termino levantándome y deambulando por toda la casa de un pésimo humor, aguardando se caliente agua para preparar alguna infusión. Cuando está lista vuelvo a mi habitación... otra vez la misma sensación tras cerrar la puerta... Me acelera los latidos del corazón. Los minutos continúan su normal recorrido… prendo el equipo de música, lo apago. Enciendo el velador, leo unas páginas de algún apunte, miro el reloj, regreso la vista al apunte, miro nuevamente el reloj (un poco más ansiosa que la primera vez)... caigo en la cuenta de que mis días no me permiten una siesta, por lo que me va a resultar demasiado difícil afrontarlo sin haber descansado, por lo que dejo de lado la lectura y me dispongo a dormir… Dormir... ¿Cómo si fuera fácil?
Es de público y notorio conocimiento, que soy una persona que disfruto de la soledad, pero hace un tiempo que eso no ocurre, sobre todo por las noches. No puedo expresar exactamente lo que me pasa, pero para hacer un acercamiento, es como si de momentos tuviese miedo de estar sola conmigo… ¿? Es extraño, raro e imposible no quedarme conmigo, pero en algún punto, mis pensamientos me aturden. Tras el saludo de buenas noches y el posterior encierro en mi habitación me invade una sensación extraña… mucha ansiedad, angustia… pero ¿porque?
Quiénes me conocen, me habrán escuchado esbozar frases como: “Mi cabeza es mi propio revólver” (aludiendo a un tema de Soda Stereo). Esto se debe a que hay veces en que simplemente, no se detiene. No hay interruptor, o no funciona. Miles de ideas, pensamientos, teorías, acotaciones, suposiciones, recuerdos de situaciones vividas e incluso diálogos mantenidos con otras personas fluyen libremente sin ningún tipo de restricción. Si bien lo hacen de manera habitual, en estas situaciones particulares interviene otro factor: la proyección.
Normalmente, ante un determinado acontecimiento, suelo encontrar una pseudo tranquilidad, cuando puedo visualizar la solución, o sin visualizarla, puedo al menos determinar los cursos de acción para modificar lo que me está perturbando; y a la vez, me convenzo a mí que puedo llevarlos a cabo… pero hay veces en que ese razonamiento, no sirve. Hay algo o alguien que opaca cualquier pensamiento positivo, alentador, constructivo que pueda llegar a surgir… ese alguien soy yo… con un montón de dudas, miedos inseguridades, que en ese momento no se hacen esperar para salir a escena y tomar protagonismo, abriendo cicatrices, desenterrando muertos, liberando fantasmas… semejante a "La Caja de Pandora".
Acá podría llegar a asegurar de que ya no se si estoy “tan” a salvo conmigo. Esto surge como especie de contestación a un comentario realizado por “Alma” Ella planteó como siempre muchas, muchas preguntas, que también yo me hago sólo que se encuentran todas apelotonadas en mi cabeza, pisándose unas a las otras, desesperadas por poder salir… Ocurre que en ese anhelo por emerger, todas quedan atascadas en la salida, anulándome para elegir una por la cuál optar para darle tratamiento…
Muchas veces me quejé, e incluso me enojé porque no me escuchaban o no me prestaban atención. ¿Y ahora que pasa? ¿Que pasa cuando soy yo la que no me quiero escuchar? ¿Qué pasa cuando ni siquiera me hago escuchar? Y cuando ni siquiera acepto ayuda, ¿es porque no la quiero, porque no me animo a pedirla, o es para no mostrar ni un ápice de debilidad?... tal vez no se como pedirla… Muchas veces me imagino como cayendo al abismo, gritando de manera desgarradora sin que nadie se percate, ni siquiera yo… Otras veces siento que no tengo un lugar (en el sentido de grupo de pertenencia”), o no me lo hago, o no quiero hacérmelo… otras tantas, utilizo mis “aires de omnipotencia” (yo puedo con todo, tengo todo bajo control, no necesito ayuda), y me muestro autosuficiente, cuando en realidad estoy pidiendo a gritos ayuda porque se me fue todo de las manos o sólo necesito una mano amiga, o un abrazo contenedor, o unas palabras de aliento, que me devuelvan un poco de paz, de tranquilidad…contradicciones constantes en mí…“haz lo que digo, pero no lo que hago”, se aplica en su totalidad en mi actuar cotidiano…